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“De la tierra a la mesa”: Yolanda Ramos, la mujer de 79 años que alimenta a Puerto Nuevo

Desde hace más de medio siglo, Yolanda Ramos vive en Puerto Nuevo, donde a sus 79 años mantiene dos invernaderos que abastecen con hortalizas frescas y accesibles a vecinos, negocios y visitantes de la ribera del Lago Ranco. Su historia forma parte del proyecto “Puerto Nuevo Emprende”, iniciativa ejecutada por Radio Oasis y financiada por el Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social 2025 del Gobierno de Chile y del Consejo Regional de Los Ríos, que busca visibilizar y fortalecer el trabajo de emprendedores en la cuenca del lago Ranco. 

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La casa de Yolanda Ramos en Puerto Nuevo es hoy una parada obligada para quienes buscan productos frescos en la ribera del lago Ranco. Desde su pérgola, rodeada de aves y gallinas, la agricultora resume su vida y su oficio con una frase que la identifica: “Muy bienvenidos ustedes a este lugar, que es mi casa, directamente de la tierra a la mesa, porque ese es mi rubro”.

Yolanda llegó a la localidad junto a su familia en 1961, tras el terremoto de Valdivia. “Soy de Futrono, mis papás eran de allá. El año del terremoto, el 61, nos vinimos a Puerto Nuevo y después, el 67, me casé y aquí estoy”, recuerda. Desde entonces no se ha movido de la misma casa: “Aquí todo el barrio me conoce, pero yo aquí ya van a ser 60 años; viví en esta casa 50 años, desde que me casé estoy acá”.

Su biografía está marcada por el trabajo y la resiliencia. “Enviudé, duramos 20 años de matrimonio. Mi marido falleció a los 43 años, yo quedé con 41 años y mis hijas. Me costó salir adelante, pero lo logré”, cuenta sin dramatismo, para luego remarcar el vínculo que la une al territorio: “Me gusta Puerto Nuevo, me encanta. Es un barrio tranquilo hasta la fecha; la gente de aquí es toda conocida, muy buenos vecinos, y me encanta el barrio”.

Dos invernaderos para alimentar a la comunidad

El corazón de su emprendimiento son dos invernaderos de 30 metros cada uno, instalados a unos 700 metros del acceso al Callejón Delgado Ríos. “Tengo dos invernaderos, de 30 metros cada uno y a veces se vende todo”, dice orgullosa. Allí cultiva lechuga, cilantro, perejil, rúcula, acelga, ciboulette, cebollín, repollo y, en temporada, tomates, morrones y el codiciado pepino Alaska, que se ha convertido en su sello: “También tengo pepino Alaska, que es muy vendido y muy apetecido. Aquí parece que nadie más lo siembra”.

Su hija, que trabaja en Osorno, es un apoyo clave para el manejo técnico. “A mí siempre me ha gustado esto de la huerta”, explica Yolanda, “pero tengo una hija que trabaja en  en Osorno. Ella me ayuda en la mayor parte de esto, porque yo sola no podría. Ahora ya casi no es semilla, es pura plantación; se traen las bandejas, los plantines y esas cosas, y ella me asesora en esa gestión”.

La producción se vende principalmente en la propia casa y a clientes locales. “Entregamos harto aquí en el hotel de Puerto Nuevo, fruterías y negocios; ellos hacen pedido”, detalla. El resto se comercializa directamente en el patio, sin intermediarios ni repartos: “Lo demás se comercializa aquí mismo; todo se vende acá, porque yo no tengo vehículo como para salir a repartir”.

Uno de los aspectos que más valoran sus clientes es el precio. “Aquí todo es barato, porque todo a mil pesos. Ese es el precio para todo”, subraya. Luego hace la comparación que repite a quienes la visitan: “Con 10 mil pesos se llevan 10 productos diferentes, una tremenda canasta familiar de puros productos de hoja verde surtidos, y en el supermercado con 10 mil pesos no compramos nada prácticamente”. De allí su lema: “Mis verduras son buenísimas, de buena calidad y baratas al mismo tiempo: bueno, bonito y barato”.

Trabajo, salud y vejez activa

A sus 79 años, Yolanda mantiene una rutina intensa en el invernadero. “Me encanta trabajar en la tierra; mis manos viven llenas de tierra y no podría estar sin hacer esto”, afirma. Su día comienza temprano: “En las mañanas funciono toda la mañana; después de las 12 ya me doy un descanso y en la tarde funcionamos otra vez. Esa es mi rutina”. Incluso en invierno continúa trabajando: “En invierno igual tenemos verdura, lo que se da es la lechuga, el cilantro, el perejil y la acelga”.

Mientras en el país proliferan los diagnósticos de salud mental, ella dice no conocer la depresión: “No sé lo que significa la depresión; para mí nunca existió eso, o a lo mejor la tengo, pero no lo noto, porque yo me doy valor por sí sola y me gusta participar con la gente”. Es parte de un grupo de adultos mayores.

Empleo local y tecnificación en el campo

El emprendimiento de Yolanda también genera trabajo para otras personas de la localidad. “Gracias a Dios siempre tenemos buena gente; hay una señora que nos ayuda dentro del invernadero y otra persona que también nos ayuda”, cuenta. Y agrega una convicción: “Uno tiene que ser consciente y constante con el pago de ellos, porque sin ellos tampoco resulta; el desafío es muy grande”.

El crecimiento de su producción ha sido posible, en gran medida, gracias al apoyo público. “Siempre he trabajado con INDAP. Es la única institución que nos ha prestado apoyo”, reconoce. “Gracias a INDAP estoy donde estoy. Llegué a obtener una cámara de frío y un pozo profundo para el riego. El agua potable de la casa no la podemos usar para riego; entonces el pozo profundo lo hicimos por intermedio de INDAP”.

Hoy, el uso eficiente del agua es fundamental: “Tengo un sistema de regadío bien interesante: uno abre una llave y se riega todo el invernadero. El invernadero número dos tiene riego automático; uno le da treinta minutos y funciona. Sin regadío no tuviéramos nada”.

Además de las hortalizas, mantiene un pequeño rebaño ovino: “Tengo ovejitas, como para la casa, pero como son tantas, vendemos corderitos. Se sacan los gastos, porque también hay que pagar veterinario dos o tres veces al año”.

Críticas y sueños para el turismo en Puerto Nuevo

Aunque valora el avance de su comunidad, Yolanda es crítica de la falta de apoyo turístico. “Puerto Nuevo ha crecido bastante, pero no en un rubro como el programa que están dando ustedes, porque ha sido un poquito dejado de la mano de Dios”, señala.

Lo que más le preocupa es la ausencia de información para visitantes: “Hay muchos emprendedores y emprendedoras de distintos rubros, pero hay mucha gente que no sabe por la falta de publicidad”. A su juicio, la localidad debería jugar un rol clave en la cuenca del lago Ranco: “Puerto Nuevo debería ser un punto estratégico también para La Unión y debería tener casi obligatoriamente una oficina de información turística recibiendo a todos los visitantes”.

La falta de infraestructura básica también es tema. “Mucha gente llega aquí preguntando por el camino a Coique y cosas así; hay muy mala información”, advierte. Sobre las playas, es tajante: “En la cuenca del lago Ranco el turismo en el lago es muy poco lo que nos ofrece; no hay una playa bonita ni estacionamiento, eso está muy mal gestionado. El tema de las escaleras para bajar a la playa está muy dejado de la mano de Dios; eso hace que la gente se vaya a otros lugares”. Por eso concluye, sin rodeos: “Nos tienen muy abandonados Puerto Nuevo, encuentro yo, siendo un lugar estratégico y clave para el turismo”.

Algo de avance se ha visto en la señalización, impulsada por exigencias de Vialidad. “Lo que nos exige ahora Vialidad es que a la entrada de cada callejón tengamos un letrero con el nombre”, cuenta. “Yo ya hablé con mis vecinos, mandé a hacer el letrero; se llama Callejón Delgado Ríos. Al haber un letrero va a ser más fácil para los que no conocen”.

Una invitación abierta

Pese a sus críticas, Yolanda no pierde el entusiasmo ni el orgullo por lo que ha construido. “A los que no conocen el sector donde vivo o el emprendimiento que tengo, les diría que se acerquen y vean, porque uno tiene que ver para creer”.

Al cierre de la conversación, mira su trayectoria con satisfacción. “A esta altura de mi vida, que yo salga en los medios de comunicación también me enorgullece”, confiesa. Y agradece el espacio: “Estoy súper agradecida de ustedes y de las autoridades que forman este proyecto, que nos tomen en cuenta”.

Desde su patio en Puerto Nuevo, Yolanda Ramos demuestra que el emprendimiento rural también es una forma de envejecer activa y dignamente, alimentando a su comunidad literalmente “de la tierra a la mesa”.

 

 

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