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“Tia Channy”: Roxana Quezada, la mujer que levantó su negocio a pulso en Puerto Nuevo 

Madruga para amasar el pan, maneja furgones escolares, cocina para trabajadores y turistas, y viste el uniforme de Bomberos cuando suena la alarma. Roxana Quezada —más conocida como la “tía Channy”— encarna la fuerza y constancia del emprendimiento femenino en la ribera del Lago Ranco. Su historia refleja el esfuerzo silencioso de quienes, con trabajo y compromiso, sostienen la vida de los pueblos del sur. Este reportaje forma parte del proyecto "Puerto Nuevo Emprende", financiado por el Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social 2025 del Gobierno de Chile y del Consejo Regional de Los Ríos.

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En Puerto Nuevo, antes de que salga el sol, ya se siente el aroma a pan recién hecho y sopaipillas calientes. A esa hora, Roxana Quezada —conocida por todos como la “tía Channy”— comienza su jornada. Transportista, cocinera y voluntaria de Bomberos, representa la energía que mantiene vivo el pulso de esta localidad costera. “Me conocen como la tía Channy porque trabajo en furgón escolar”, dice entre risas.

“Yo me levanto a las seis de la mañana todos los días… tengo que dejar mi pan hecho, la sopaipilla, todo hecho”, agrega, describiendo una rutina que combina oficio y disciplina.

Oriunda del sector de Pilmaiquén, se crió en el campo junto a sus padres, quienes hace más de dos décadas se establecieron en Puerto Nuevo. Desde entonces, Roxana ha levantado su vida entre motores y fogones. Antes de convertirse en emprendedora gastronómica, dio sus primeros pasos como conductora profesional.

“Saqué mi licencia de conducir profesional… ahora tenemos dos furgones; uno presta servicio al Ministerio de Transportes y el otro es para viajes especiales”, cuenta con orgullo. Ese primer emprendimiento le permitió dar estabilidad a su familia y financiar el sueño de tener su propio negocio.

El impulso de abrir un local de comida surgió de la necesidad y la visión. “Fui la primera en iniciarme acá con comida; partí en la playa con mi hermana, usando neveras… después compré mi carro y en pandemia hice el negocio”, recuerda. Aquellos inicios, entre jugos naturales, chaparritas y sopaipillas, marcaron el comienzo de un emprendimiento que hoy es un punto obligado para quienes pasan por el sector.

Convertir ese sueño en un negocio formal fue un camino largo. “Me demoré más o menos un año en los trámites; te piden muchos requisitos y hay que tener plata”, explica. Aun así, nunca bajó los brazos. “La constancia es la que a mí me ha dado lo que tengo… las cosas tienen que ser todos los días”, afirma, convencida de que la perseverancia fue clave para llegar hasta aquí.

Hoy su local —situado en la entrada de Puerto Nuevo, antes de la curva del Cristo— recibe diariamente a decenas de clientes. “En el día pueden ser hasta cincuenta personas”, estima. La mayoría son trabajadores o visitantes que llegan buscando una comida rápida, rica y abundante. Su especialidad son los churrascos, las pichangas y las sopaipillas recién hechas, preparadas con el mismo esmero de sus inicios.

El negocio no solo ha significado crecimiento personal, sino también un aporte al entorno. Roxana mantiene un vínculo constante con otros emprendedores del sector, comprando productos frescos a sus vecinos. “En verano compro a vecinos: huevos, frutillas, frambuesas”, comenta, destacando el valor de fortalecer la economía local. Su sueño, confiesa, es seguir creciendo: “Me gustaría tener un local más grande… como una posada de comida casera”.

Sin embargo, reconoce que el camino del emprendimiento rural tiene sus límites. “No he recibido financiamiento; todo lo que tengo es por mi esfuerzo… pero me gustaría, cuesta mucho crecer”, lamenta. La falta de información y apoyo técnico, dice, suele dejar fuera a personas que, como ella, no dominan el uso de herramientas digitales o no saben cómo postular a fondos públicos.

Además de sus labores diarias, Roxana cumple otro rol fundamental en la comunidad. Desde hace doce años forma parte de la Sexta Compañía de Bomberos de Puerto Nuevo, institución que este 18 de noviembre celebrará 36 años de vida. “No tenemos dónde cargar agua… antes teníamos un grifo frente al retén y nos lo cerraron”, denuncia, evidenciando una carencia que afecta directamente la capacidad de respuesta ante emergencias. Un problema que, asegura, necesita solución urgente.

Esa misma mirada de servicio y compromiso la lleva a pensar también en el desarrollo integral del territorio. “En Puerto Nuevo falta una farmacia y refuerzo en la posta… también una costanera, senderos, cabalgatas”, dice. Son necesidades que, a su juicio, deben abordarse para potenciar el turismo y mejorar la calidad de vida de quienes habitan el sector.

A pesar de las dificultades, Roxana mantiene intacto su entusiasmo. Atiende cada día con una sonrisa, prepara sus productos al instante y conversa con los clientes como si fueran amigos de toda la vida. “Abro de 8:30 a 22:00, y en verano hasta la 1:00 de la mañana”, comenta. Y como buena anfitriona, hace una invitación que resume su esencia: “Quiero invitar a toda la gente a pasar por mi local; los estaremos esperando con ricas cositas”.

Entre el fuego de la cocina y las llamas de Bomberos, entre el volante y la olla, Roxana Quezada ha sabido abrirse camino con constancia y cariño. Su historia no solo habla de esfuerzo individual, sino también del valor de quienes, sin grandes recursos, sostienen la identidad de los pueblos del sur y construyen comunidad desde lo cotidiano.

Este reportaje forma parte del proyecto “Puerto Nuevo Emprende”, ejecutado por Radio Oasis y financiada por el Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social 2025 del Gobierno de Chile y el Consejo Regional de Los Ríos.

Escucha la entrevista completa transmitida por Radio Oasis de Puerto Nuevo:

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