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Columna de Opinión

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El problema del sobrediagnóstico del trastorno por déficit de atención

Por Dr. Franco Lotito C.
Conferencista, escritor e investigador (PUC)

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (o TDAH) es una condición de salud mental que se manifiesta, principalmente, a través de problemas de atención, concentración, impulsividad e hiperactividad. Si bien, se desconoce la causa exacta del TDAH, lo que sí se puede señalar, es que se trata de un “trastorno del neurodesarrollo que tiene una base biológica y genética, pero que también puede estar influenciada por factores psicosociales y ambientales”, factores que, eventualmente, podrían aumentar el riesgo de desarrollar el trastorno, exacerbar los síntomas, o bien, generar otras enfermedades.

Estos factores incluyen lesiones cerebrales, el tipo de nutrición y el entorno social que rodea a la persona. Los más afectados son la población infantil y los adolescentes, ya que impacta directamente en su rendimiento escolar y en sus relaciones sociales.

En este sentido, el “neurodesarrollo se relaciona con el proceso de crecimiento y maduración del sistema nervioso a lo largo de la vida”, desde la concepción hasta la adultez, e implica el desarrollo y adquisición de habilidades motoras, cognitivas y sociales. De ahí la importancia que tiene, el hecho que un menor sea afectado por un trastorno por déficit de atención.

Los principales síntomas del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad son los siguientes:

1. Falta de atención: las personas con TDAH presentan dificultad para concentrarse en aquellas tareas y labores que deben realizar, así como también seguir instrucciones, organizar tareas y prestar atención a los detalles.

2. Hiperactividad: el sujeto presenta mucha inquietud, tiene dificultad para permanecer sentado, tiende a hablar en forma excesiva y a actuar de manera repentina y sin reflexionar.

3. Impulsividad: el sujeto afectado tiende a interrumpir las conversaciones de otras personas, a actuar sin pensar y presenta dificultades para esperar su turno en las diversas actividades en las que participa la persona.

Ahora bien, de acuerdo con datos suministrados por el Ministerio de Salud, debemos tener en cuenta, que la prevalencia en nuestro país del Trastorno por Déficit de Atención (TDA) –ya sea sin o con hiperactividad (TDAH)–, estaría rondando el 10% de la población infantil, lo que convierte a esta condición en uno de los principales motivos de consulta en salud mental relacionado con los niños y adolescentes, y que está asociado al uso de medicamentos como una de las fórmulas de tratamiento.

El Ministerio de Salud reconoce que los casos de Trastorno por Déficit de Atención (TDA) cubiertos por el sistema público de salud, se han más que duplicado en los últimos años, alcanzando una cifra superior a los 60.000 niños en tratamiento, siendo el grupo etario más afectado, el que va entre los 10 y los 14 años, el cual, experimentó un alza significativa.

Si bien, la prevalencia del Trastorno por Déficit de Atención es un área con muchas zonas grises, lo que sí se sabe con certeza, es que este trastorno es diagnosticado con demasiada frecuencia –se habla, incluso, de “un sobrediagnóstico de TDA”–, al mismo tiempo que se receta una gran cantidad de fármacos. ¿Por qué razón es necesario destacar esta situación? Porque según un Informe de asesoría externa con fecha de mayo de 2024 citado por la Cámara de Diputados, la prevalencia de TDAH sería del 15,5% en escolares entre 4 y 11 años y del 4,5% en menores entre los 12 y los 18 años.

A su vez, la International Narcotic Control Board –un organismo internacional que depende de la Organización de las Naciones Unidas– ha situado a nuestra nación entre los 10 países en el mundo, cuyos jóvenes consumen grandes cantidades de metilfenidato –droga más conocida como Ritalin o Concerta, un psicoestimulante para el tratamiento del TDAH–, ya que con una demanda que fluctúa entre los 500.000 y los 550.000 gramos, el metilfenidato ha sido una de las sustancias psicotrópicas más requerida por el gobierno en los últimos años. Asimismo, también se utilizan anfetaminas como el Adderall que actúa incrementando la actividad de ciertos neurotransmisores en el cerebro.

Lo delicado del tema, es que –por razones que se desconocen–, las altas tasas de TDA, así como el elevado consumo de estimulantes han sido omitidas –en su mayoría– de los registros oficiales, al punto que el Ministerio de Salud y el Ministerio de Educación han sido incapaces de producir datos coherentes sobre este tema tan relevante, al igual que ha sucedido con el alza indiscriminada del SIDA en el grupo de los más jóvenes, una señal de alerta que, una vez más, ha tenido que surgir desde el exterior del país, más que desde nuestras propias instituciones.

Dicho de manera muy simple: hay algo que –como sociedad, gobierno y país– no estamos haciendo bien, lo que obliga y hace necesario dar una voz de alerta.

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