Columna de Opinión

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¿Es usted pesimista u optimista? Aprendiendo a ser feliz

Por Dr. Franco Lotito C.
Conferencista, escritor e investigador (PUC)

Winston Churchill, un político, estadista y escritor británico ganador del Premio Nobel de Literatura, decía que: “El optimista ve una oportunidad en toda calamidad, en tanto que el pesimista ve una calamidad en toda oportunidad”.

Diversos investigadores –entre ellos el Dr. John Teasdale y el Dr. Martin Seligman– han demostrado, que cada uno de nosotros tiene un estilo particular de explicar las cosas que nos suceden en la búsqueda de la felicidad. A esa forma personal de proceder, se la llama el “estilo explicativo”, y dentro de este estilo, nos encontramos con dos modelos opuestos: “el estilo pesimista y el estilo optimista”.

La característica que define a los pesimistas, es que estas personas “tienden a pensar que los malos momentos y las experiencias negativas van a permanecer junto a ellas durante mucho tiempo”, a raíz de lo cual, dichas experiencias comienzan de inmediato a interferir con todo lo que hacen, y asumen que lo que les sucede, es por culpa de ellas, es decir, lo interpretan como un tema personal.

Las personas optimistas, en cambio, cuando se enfrentan a los mismos obstáculos y eventos negativos que el pesimista, “tienden a creer que una derrota, una caída, un obstáculo, etc., es algo temporal y circunstancial, y que sólo repercutirá en el dominio o área donde se produzca”, evitando proyectar y traspasar dicha experiencia negativa a todo lo que la persona hace o emprende, ya sea en el ámbito laboral, personal o familiar.

Los diversos estudios longitudinales que se han realizado, muestran a los individuos optimistas como sujetos que obtienen mejores resultados en la escuela, en el trabajo y en los deportes, son personas más sanas, envejecen mucho mejor que los pesimistas y algunas evidencias sugieren que, incluso, viven más años.

Es verdad que muchas cosas que nos pasan en la vida están fuera de nuestro control y que no las podemos cambiar, tales como: el lugar de nacimiento, el color de nuestros ojos y de nuestra piel, la clase social, etc., pero existe un vasto territorio de posibles acciones y medidas que sí están bajo nuestro poder, acciones, cuyo control no deben ser cedidas a otras personas, al azar o al destino: es la forma en la que uno piensa acerca de por qué le suceden las cosas en la vida –es decir, el estilo explicativo–, fórmula que puede disminuir o aumentar el control que uno tiene sobre la vida.

Los pensamientos que tenemos no necesitan ser siempre los mismos. Una persona “puede elegir cómo pensar”. Para lograr lo anterior, hay que detenerse un momento y poner pausa en relación con lo que está sucediendo, con el fin de analizar y auto-cuestionarse acerca de por qué razón estoy siendo infeliz. Además, tanto el pesimismo como el sentimiento de impotencia son enemigos acérrimos de todo cambio, en función de lo cual, las personas deben “cortar y matar mentalmente los pensamientos negativos”, con la finalidad de no quedarse pegados y encadenados a ellos.

Por lo tanto, “la manera en que uno se explica a sí mismo el por qué de las cosas malas que le suceden a uno, se convierte en la clave para aumentar o disminuir las posibilidades de cambio, e incrementar las posibilidades de tener una vida feliz”.

Los estudios han demostrado que “los pequeños triunfos elevan el espíritu y motivan a la gente a seguir adelante”, es por eso que es tan bueno reconocerlos y festejarlos, ya que refuerzan nuestro espíritu y nuestra autoestima, al mismo tiempo que nos permiten seguir avanzando por el camino correcto. Por lo mismo, es preciso intentarlo una y otra vez, sin desfallecer ni rendirse: si la persona no vuelve a intentarlo, nunca va a poder cambiar algo. Para cambiar, la persona tiene que pensar que cualquiera de las causas que provocaron ese contratiempo puede ser superada. En este sentido, las actividades que han sido estudiadas acerca de qué hace felices a las personas, son las siguientes:

1. Expresar gratitud: los neurocientíficos han demostrado que por el solo hecho de expresar agradecimiento a otros o de dar las gracias por aquellas cosas que hemos logrado o recibido, nuestro cerebro nos recompensa con una producción automática de endorfinas, es decir, sustancias naturales que estabilizan el ánimo, eliminan el dolor y elevan el nivel de felicidad personal.

2. Cultivar el optimismo: corresponde a la disposición interna de esperar lo mejor y lo más positivo de las cosas, algo que puede ser cultivado y acrecentado.

3. Evitar compararse con otros y sobre-pensar las cosas: quedarse “pegado a una mala experiencia”, o bien, comenzar a compararse con otras personas, es el peor “ejercicio mental” que un individuo puede hacer, ya el estilo explicativo le puede jugar chueco, si éste corresponde al estilo “pesimista”.

4. Realizar actos bondadosos y ser amable con los demás: esta conducta es auto explicativa, ya que se asocia con aquello que se señaló previamente, donde el cerebro interpreta estos actos como algo muy positivo y nos regala con un torrente de endorfinas: oxitocina, serotonina, feniletilamina, dopamina, etc.

5. Alimentar sanamente las relaciones sociales: esto implica ser cuidadoso y respetuoso en el trato con la pareja, la familia, los amigos y los colegas de trabajo.

6. Desarrollar estrategias para salir adelante cuando uno no está bien: es lo que hay que hacer para aliviar el dolor, el estrés y el sufrimiento que causa un evento negativo. Estas estrategias son: (a) concentrar los esfuerzos en tomar las acciones para superar la situación, (b) hacer lo que uno cree que tiene que hacer, pero paso a paso, (c) diseñar un plan de acción apropiado y ajustado al evento negativo.

7. Aprender a perdonar (y a perdonarse): esto le puede salvar, incluso, la vida a una persona. El acto de perdonar –y de perdonarse– implica que la persona ya no se deja controlar por emociones y sentimientos destructivos, como la hostilidad, el rencor y el odio, los que terminan por debilitar el propio sistema inmunológico.

8. Realizar actividades que le permitan a uno concentrarse completamente en el aquí y en el ahora: escuchar música, realizar actividad física (gimnasia, baile, caminar, etc.), pintar, conversar, jugar, practicar un deporte, rezar.

Digamos finalmente, que es tal la importancia de lo que se ha planteado más arriba, que esto puede llegar a hacer la diferencia entre el abatimiento y el rendirse, por un lado, o bien, el impulso necesario para realizar todas las acciones requeridas con el fin de alcanzar nuestro equilibrio, el optimismo y la felicidad que buscamos.

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