Ramón Rubio D.
Rector CFT de Los Ríos
La Asamblea General de la ONU decretó que el 20 de marzo se celebrase el Día Internacional de la Felicidad para reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno. Trascurrido 10 años de dicho acontecimiento y frente a la existencia de distintas mediciones del “World Happiness Report” (WHR), reporte que cuenta con la participación de prestigiosas organizaciones, fundaciones y universidades como The University of British Columbia y University of Oxford, que cuenta con registros desde el año 2013, cabe preguntarse ¿Somos (más) felices los chilenos?
El año 2013 Chile figuraba en el lugar número 28 del WHR con 6.587 puntos y el año 2021 se posiciona en el lugar número 43 con 6.172 puntos, por debajo de Panamá, México, Brasil, Uruguay, Guatemala y Costa Rica, éste último el mejor rankeado de los países latinoamaricanos, ubicado en el lugar 16 con 7069 puntos. Por lo tanto, al menos para quienes construyen el WHR Chile es menos feliz que hace tres años atrás.
Los ámbitos en los que se clasifica el reporte son “Evaluación de vida” (life evaluations), Emociones positivas (Positive emotions) y Emociones negativas (Negative emotions), todos ámbitos en los cuales Chile desmejoró su posición, incrementando sus emociones negativas en comparación con el 2017-2019 de un 0,034, reduciendo las emociones positivas en un 0,012 y reduciendo en la misma proporción la evaluación de vida. Las emociones negativas a las que se pone atención son la preocupación, la tristeza y la ira y se mide respecto de la frecuencia de en que se han sentido dichas emociones el día anterior.
Es posible que algunos lectores piensen que no es necesario estudiar con tanta atención el WHR, pues sólo bastaría con una paseo por el metro o una navegación por alguna de las redes sociales como Twitter o Instagram para concluir lo mismo. Sin embargo, la posibilidad de compararnos con otros países, en especial algunos cuyo PIB per cápita es menor que el chileno, como Costa Rica, Panamá o Nicaragua, dejando ver que sólo el crecimiento económico no es garantía de mayor felicidad.
En contextos de una nueva constitución, iniciando un nuevo gobierno y en vías de dejar a tras la pandemia del COVID19, es propio preguntarse si entraremos en un ciclo donde la felicidad de los chilenos será una prioridad de las políticas públicas y si avanzaremos en medir y gestionar el bienestar de las personas como una prioridad, entendiendo que el crecimiento económico es un medio, más no un fin en si mismo, reconociendo la importancia de las emociones en el bienestar de las personas y en ese sentido apreciando el valor de la seguridad psicológica en los distintos contextos de cada chileno.