Por Enrique Larre
Arquitecto
Este mes iniciamos en La Unión con el seminario de gestión y manejo de residuos orgánicos. Un espacio que, más allá de los evidentes problemas en el relleno sanitario de la Región, nos invita a reflexionar sobre cómo nos relacionamos con nuestro entorno y cómo ese vínculo influye en nuestra salud. Aprovecho este impulso para adentrarnos en esta columna dedicada a la última dimensión del Índice de Calidad de Vida Urbana 2024 (ICVU): Salud y Medioambiente.Esta dimensión analiza dos aspectos que, aunque a veces se miden por separado, en la vida real son inseparables: por un lado, el acceso y calidad de los servicios de salud; por otro, las condiciones medioambientales del territorio. Juntas, definen buena parte de nuestra calidad de vida. Porque no se trata solo de atender enfermedades, sino de prevenirlas, y eso empieza mucho antes de entrar a un centro de salud.
Todos entendemos lo importante que es contar con buena salud en todos los sentidos: física, mental y social. Por una parte, es clave que existan buenas prestaciones de servicios médicos, desde la atención primaria hasta la red hospitalaria. Pero esa atención debe ir acompañada de infraestructura adecuada: centros bien diseñados, accesibles, con buena ventilación, iluminación natural, equipamiento moderno y ubicados en lugares que permitan llegar a tiempo (considerando los nuevos hospitales que se quieren hacer en la región).La salud preventiva juega aquí un rol central. A nivel local, es posible fomentar hábitos saludables, promover el deporte, garantizar acceso a áreas verdes, controlar fuentes de contaminación y generar campañas comunitarias de autocuidado. La red hospitalaria, en cambio, entra en acción cuando la enfermedad ya está presente, ofreciendo diagnóstico, tratamiento y rehabilitación. Desde la mirada urbana, el desafío es que ambos sistemas se conecten y se complementen con el territorio, evitando que la distancia, la falta de transporte o la mala planificación limiten el acceso.
El medioambiente es la otra mitad de esta ecuación. Vivir en entornos limpios, con aire de calidad, acceso a agua potable, manejo adecuado de residuos y áreas verdes bien diseñadas y mantenidas es aquí donde parte una buena salud en la ciudad. Aquí es donde el desarrollo territorial debe ser equilibrado: no podemos caer en elegir entre naturaleza o progreso. Se trata de avanzar con respeto a nuestro entorno, pero también construyendo lo que hace falta para que las familias puedan vivir mejor.
Proteger el entorno no puede convertirse en una barrera para mejorar la vida de las personas, pero tampoco podemos arrasar con todo a nuestro paso. Necesitamos decisiones con criterio técnico, sentido común y visión de largo plazo, donde los proyectos se evalúen de manera integral: considerando el impacto ambiental, sí, pero también las urgencias sociales, la falta de infraestructura y la creación de oportunidades. Desde esta perspectiva, la planificación urbana es una herramienta poderosa. Ciudades y comunas bien diseñadas pueden promover la salud y el cuidado ambiental al mismo tiempo: con viviendas adecuadas para el clima, sistemas de calefacción no contaminantes, ciclovías bien pensadas, plazas activas, rutas de acceso rápido a servicios de salud y políticas claras de manejo de residuos. Si logramos esto, no solo estaremos mejor preparados para enfrentar enfermedades, sino también para prevenirlas, cuidando nuestro entorno natural y haciéndolo más sostenible.
En definitiva, la dimensión de Salud y Medioambiente del ICVU nos recuerda que la salud no se construye solo en hospitales, sino también en calles, plazas, parques y barrios. Y que cuidar el medioambiente no es un lujo, sino una inversión en el bienestar y futuro de nuestras comunidades.