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Empleo, calidad de vida y desarrollo local: fortalecer el territorio para generar oportunidades

Por Enrique Larre
Arquitecto

“Cuando el territorio ofrece los estándares mínimos, conectividad, servicios, espacios públicos y vivienda adecuada, se abren las puertas para que el trabajo sea más que una necesidad: sea una oportunidad real de crecimiento para las familias.”

En el análisis de calidad de vida urbana, una de las dimensiones que suele ser fundamental, es la que evalúa las condiciones laborales. Esta dimensión, parte del Índice de Calidad de Vida Urbana 2024 (ICVU), no se limita a contar cuántas personas tienen empleo, sino que profundiza en qué tipo de empleo existe en cada territorio, qué tan formal es, cuánto permite proyectarse y con qué estabilidad se sostiene. Y es ahí donde aparecen con claridad las brechas: comunas que ofrecen oportunidades reales de desarrollo frente a otras donde trabajar significa, muchas veces, sobrevivir.

Lo que revela este indicador no debería sorprendernos. Más de la mitad de las comunas evaluadas presentan condiciones laborales deficientes. Y si uno observa con atención, se da cuenta de que la precariedad laboral no ocurre en el vacío: está profundamente ligada a cómo está configurado el territorio. La economía informal, los trabajos por temporada y el empleo público son las principales fuentes de ingreso en muchas comunas del sur del país. Son trabajos necesarios, pero que rara vez entregan continuidad, protección o proyección a futuro.

Y esto no es solo un problema del empleo en sí. Es, sobre todo, un reflejo del territorio. Cuando una comuna no tiene suelo habilitado para uso productivo, cuando no hay infraestructura ni conectividad adecuada, es muy difícil que se generen empleos formales y sostenibles. Y más difícil aún que llegue inversión privada. El entorno, muchas veces, no lo permite.

El empleo no se genera por un mandato ni solo con capacitación. El empleo necesita una ciudad que lo haga posible. Necesita barrios conectados, servicios públicos disponibles, transporte accesible, equipamiento urbano. Necesita espacios donde emprender no sea una apuesta al vacío, y donde instalar una empresa no sea una odisea burocrática.

Y esto se ve con claridad en muchos ejemplos locales. Hoy, varias comunas se presentan como destinos turísticos. Pero al recorrerlas, encontramos playas sin equipamiento, caminos sin señalética, centros urbanos sin espacio público activo. El potencial está, pero falta planificación. Lo mismo ocurre con el sector agrícola: hay producción, pero sin infraestructura para vender, ni ferias con lo mínimo necesario, ni redes de comercialización que den valor a lo local. Eso impide que el trabajo se transforme en una fuente sostenible de ingreso para las familias.

No solo se trata de crear más empleos. Se trata de generar condiciones para que esos empleos sean estables y sostenibles. Y eso implica también mirar dónde viven los trabajadores. Porque las condiciones laborales no terminan al salir del trabajo. Una persona rinde mejor si vive en un entorno que le permite descansar, compartir, tener acceso a salud, educación, espacios públicos, áreas verdes. Todo eso es parte del desarrollo integral que debiera estar al centro de cualquier política pública.

Si seguimos tratando el empleo como un problema que se resuelve con ferias, bonos o talleres, y no como un síntoma del estado del territorio, seguiremos administrando precariedad en lugar de transformarla. La política económica y la planificación urbana tienen que hablarse, coordinarse y responderse mutuamente.

La calidad del empleo está directamente vinculada a la calidad del territorio. Si queremos que las familias puedan desarrollarse en sus propias comunas, quedarse, emprender y proyectar su vida, entonces tenemos que empezar por lo básico: ciudades bien pensadas, territorios bien equipados, servicios accesibles, espacios que den oportunidades y no frustren.

No se trata solo de hablar de empleo. Se trata de construir las condiciones que lo hagan posible. Se trata de mirar el desarrollo económico desde la escala humana, desde la calle, desde los barrios, desde los recorridos cotidianos de las familias. Porque una persona puede tener todas las ganas, la preparación y la energía para trabajar. Pero si su entorno no lo permite, esa motivación se pierde. Y con ella, una oportunidad más que dejamos pasar.

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