Columna de Opinión

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¿Engañan las apariencias? Pues… así como te ven, así te tratarán

Dr. Franco Lotito C.
Conferencista, escritor e investigador (PUC)

De ahora en más, hay que tener muy en cuenta, que el sólo manejo y dominio de las materias propias de la profesión, oficio o trabajo que una persona realiza, dejó de ser la clave exclusiva y determinante para tener éxito en la vida y ser aceptado como una “persona que aporta a su comunidad” en el mundo de hoy.

¿La razón para destacar este hecho? Pues bien, hemos visto con incredulidad cómo en Estados Unidos y en otros países como El Salvador, Japón, Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Irán, etc., el sólo hecho de que una persona tenga tatuajes en su cuerpo –peor aún si es mujer– es mal visto, y el sujeto puede ser considerado como un delincuente o un criminal que pertenece a alguna pandilla de narcotraficantes y asesinos.

Es más. De acuerdo con información suministrada por el FBI, los líderes de una de las bandas más peligrosas de asesinos y delincuentes internacionales –la Mara Salvatrucha de origen salvadoreño– ha prohibido terminantemente a los nuevos miembros que ingresen a la banda el uso de tatuajes. Esta orden no sólo busca que la pandilla pase inadvertida ante la policía, sino que marca “su redefinición como una organización criminal más sofisticada”.

Hay que recordar que los tatuajes de las pandillas son considerados como una “marca de identidad, una forma de infundir miedo en la gente y una firma de lealtad a muerte por parte de sus miembros”, ya que los pandilleros tienen sólo tres destinos: la cárcel, el hospital o la muerte. Para evitar este fin, los criminales quieren ahora camuflarse y mantenerse por debajo del radar de la policía.

En función de lo anterior, hoy en día, es preciso prestar mucha atención no sólo al tipo de lenguaje que usa la persona, la manera de expresarse, la forma de vestirse y presentarse ante el público, sino que a la apariencia externa del sujeto, aspectos todos que, al tenor de los acontecimientos actuales, poco a poco, se están volviendo imprescindibles para ser considerados “sujetos aptos de aceptación social”.

Esta es una preocupación que toma cada vez más fuerza, no sólo en el mundo criminal, sino que también en el mundo de: (a) la farándula, (b) entre el personal directivo de las empresas, así como también en (c) el ámbito social y político, donde las personas hacen un gran esfuerzo por presentarse con su “mejor facha” y sus mejores atuendos.

Es así, por ejemplo, que en el “arte de verse bien” ante el público que observa, el sujeto que desea hacer la diferencia, deberá tomar en consideración cada una de las variables más arriba señaladas, donde todo detalle importa. Sin embargo, nada de lo anterior le servirá a dicho sujeto, si en el momento de abrir la boca, su forma de expresarse, de vestirse, su manera de dirigirse al público objetivo –sea que hablemos de subordinados, pares, jefes, clientes, ciudadanos, etc.,– deja mucho que desear.

Toda persona, sea un profesional o no, deberá tener presente, que aun cuando tenga un título y/o un grado académico, su actitud, su seguridad en sí mismo, su forma de dirigirse a sus interlocutores, su apariencia, etc., pueden convertirse en aliados muy importantes para efectos de ganar el favor de la gente y… ¡de los que mandan!

Por otra parte, mientras en los colegios de Estados Unidos se enseña a los estudiantes a participar en debates, a desarrollar y afirmar su personalidad y a aprender a hablar en público, en nuestro país, estas competencias resultan ser habilidades que no están consideradas como importantes dentro del “currículum” de los alumnos.

Afortunadamente, hay algunas universidades, que desde hace un buen tiempo a esta parte, han tenido la buena ocurrencia de incorporar algunas asignaturas en diversas carreras para enseñar a comunicarse de manera efectiva, entre las cuales encontramos temas como aprender a debatir, lecciones de lenguaje y expresión corporal.

Dejemos en claro, que no se trata aquí de caer en una suerte de frivolidad y de sólo ocuparse de la apariencia externa, sino que para que las personas aprendan a ubicarse de manera adecuada dentro del contexto en el cual le toca interactuar, sea que hablemos del ámbito nacional o extranjero, ya que si usted, por ejemplo, tiene tatuajes en su cuerpo, es mejor que evite viajar a EE.UU. o a El Salvador, porque corre el serio riesgo de que Trump o Bukele lo manden a arrestar y lo metan en una prisión por ser una persona “sospechosa” de estar asociada a bandas criminales.

En términos generales, es necesario entonces, prestar atención a ciertos aspectos personales, tales como cuidar la apariencia, cuidar cómo nos presentamos ante los demás, saber expresarse bien, vestirse adecuadamente, entre otras cosas.

Hay algunos directivos de empresas que señalan haber recibido –para una entrevista de trabajo– a mujeres jóvenes recién egresadas, vestidas con petos que dejan entrever su ombligo, o bien, con poleras que dejan asomar casualmente el bretel de sus sostenes y/o sus tatuajes. En el caso de los varones, algunos llegan sin afeitar, con el cabello muy descuidado y vestidos de una manera inadecuada para la ocasión. Es decir, nos encontramos con personas jóvenes, que a pesar de tener una formación académica, no manejan ciertas claves y aspectos cruciales de la presentación personal, con el resultado que es de esperar: como te ven, así terminarán por tratarte, no obstante los conocimientos, cualificaciones y competencias que el sujeto tenga.

Un factor que las personas no siempre lo tienen a nivel de conciencia, es que cada individuo, en cierto modo, está proyectando un rol o una “forma personal de ser”. Y si este individuo quiere ingresar a trabajar en una empresa determinada, este rol debe ser coherente con la cultura organizacional de la institución en cuestión, sea pública o privada, si es que el sujeto desea progresar y avanzar al interior de la misma.

A modo de ejemplo: hay personas que técnicamente son buenas en su área de experticia, pero quienes, lamentablemente, no saben comunicarse, hablan y escriben mal y, para más remate, les cuesta integrarse de buena manera a un equipo de trabajo. Aquí es donde se advierte la utilidad de aprender a expresarse bien, de saber debatir y de manejar argumentos, de ser capaces de pararse frente a un público seguros de sí mismos y con un buen manejo escénico.

Recordemos al asesor de imagen de origen español, Jordi Collell, quien aseguraba que: “La gestión de nuestra marca personal no es un proyecto con enfoque terminal, sino que es un trabajo del día a día”.

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