Escasa conectividad, falta de redes de apoyo y ser siempre los vecinos del patio trasero de las grandes urbes. Estas son algunas de las problemáticas que han vivido en el anonimato cientos de adultos mayores que viven en el campo y parecen no ser parte de ninguna estadística. La pandemia por COVID-19 ha hecho que pongamos el foco de atención en uno de los grupos más postergados de la población: las personas mayores.

Declarada por la Organización Mundial de la Salud como una pandemia mundial el 11 de marzo de 2020, el COVID-19 afecta a todas las personas, pero no a todas por igual. Al 1 de septiembre de 2021 ya son más de 36.900 las muertes por esta enfermedad en Chile, de las cuales el 62% corresponde a personas de 70 años y más, y que asciende al 82% si se considera desde los 60 años en adelante, que, según el Servicio Nacional del Adulto Mayor, es la edad en que una persona comienza a ser considerada como ‘mayor’.

Las personas mayores son un grupo que ha sido calificado como especialmente vulnerable frente a la enfermedad producida por el SARS-CoV-2, debido a la elevada comorbilidad, síndromes geriátricos y la fragilidad asociada al envejecimiento que favorece las manifestaciones severas, el ingreso a UCI y una mayor letalidad.

Sin embargo, es importante advertir que no son un grupo homogéneo. De acuerdo con la última Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen), realizada por el Ministerio de Desarrollo Social, los mayores de 60 años ascienden al 19,3% del total de la población, viviendo realidades y situaciones diversas, donde solo el 15% vive en situación de dependencia. Es decir, el 85 por ciento de la población adulto mayor de nuestro país es autovalente. Cifras que concuerdan con la realidad local donde el 13,7% de las personas mayores de la región de Los Ríos es dependiente y el 86,3% corresponde a personas mayores autovalentes.

En este contexto, este es el primero de una serie de reportajes que abordarán las distintas aristas y problemáticas en relación a las personas mayores en el contexto de pandemia y cómo esta ha afectando en las distintas áreas de su vida, intensificando problemáticas en torno a este grupo etario que han sido acarreadas por años como sociedad, mucho antes incluso de llegada la pandemia. Esta iniciativa de difusión cuenta con el financiamiento del Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social 2021, del Gobierno de Chile y el Consejo Regional de Los Ríos.

LA NUEVA REALIDAD

El 15 de mayo de 2020 el Gobierno de Chile decretó cuarentena obligatoria para todas las personas mayores de 75 años, al ser consideradas de alto riesgo, y la medida se mantuvo durante casi seis meses. Pese al comprensible objetivo de esta medida, el confinamiento ha hecho evidente ciertas problemáticas, hasta entonces bastante invisibilizadas, que viven las personas mayores en nuestro país.

Mediante una carta enviada en agosto de 2020 por un grupo de senadores al ministro de Salud, donde le pedían revisar la medida de cuarentena obligatoria para adultos mayores, indican que actualmente el 30% de las personas mayores en Chile viven solas o acompañadas de otro adulto mayor, por lo cual la cuarentena al que han estado sometidas se trata, más bien, de un completo aislamiento social, que les dificulta incluso poder acceder a alimentos o medicamentos. Y ¿qué ocurre en el sector rural?

De acuerdo con datos recopilados por el SENAMA, en base a la encuesta Casen 2017, en la región de Los Ríos viven 79.586 personas mayores de 60 años y de ellas, cerca del 30% vive en zonas rurales.

La pandemia y las políticas de confinamiento profundizaron y pusieron de manifiesto las desigualdades estructurales existentes en las áreas rurales de nuestro país. No es lo mismo ser una persona mayor y pasar el confinamiento en la zona urbana de La Unión o en el sector de Llancacura. Problemas como la deficiente conectividad, las limitantes comunicacionales y la brecha digital, así como la falta de oportunidades laborales, los bajos ingresos y las dificultades y deficiencias en los sistemas de salud, ponen en evidencia la vulnerabilidad en la que habitan estas poblaciones y la necesidad de garantizar sus derechos.

Si bien es cierto, es posible considerar un aspecto donde el sector rural se ha visto menos afectado durante la pandemia, debido al distanciamiento social natural dado por la amplitud de los espacios exteriores, lo que ha generado un menor cambio de hábitos en los hogares rurales, son muchas las problemáticas que han tenido que sortear los habitantes de zonas apartadas de la urbe que, debido al aislamiento y la falta de información, en gran medida, por la brecha digital, son mayores que en la zona urbana.

Así lo cree Elías Solís, presidente de la Unión Comunal de Adultos Mayores de Río Bueno quien señala que las personas mayores fueron los primeros en resguardarse y los que han estado más encerrados, teniendo que sobrellevar la soledad y el aislamiento. “Ahora que se están abriendo las posibilidades de poder salir de sus casas con menos temor, con menos ansiedad, se les ha vuelto el alma al cuerpo”, afirma.

Una de las grandes problemáticas que viven muchos adultos mayores, pero en mayor medida en los sectores rurales, es la brecha digital. Debido al confinamiento y la imposibilidad de contacto con sus familiares, un importante número de personas mayores se han visto forzados a incorporar la tecnología a su vida, haciendo de las videollamadas y otros mecanismos la forma de sentirse conectados con sus hijos/as y nietos/as, situación que se hace aún más compleja en los sectores rurales donde hay menor accesibilidad a señal telefónica e internet. Un dato importante, además, es que cerca del 18% de las personas mayores analfabetas del país viven en el sector rural.

“Ha afectado todo, con la digitalización de las comunicaciones muchos adultos mayores tampoco se han podido comunicar porque no estaban acostumbrados a usar el teléfono de manera usual. Muchos no tenían teléfono, otros adquirieron teléfono para comunicarse, pero les está costando su uso para la comunicación; eso, al estar solos o acompañados por otro adulto mayor, les dificulta la vida”, comenta Elías Solís.

La gran limitante que surge en las zonas rurales es la falta de recursos básicos: agua potable, energía, caminos en condiciones, entre otros. A estas dificultades hay que agregar, además, los accesos y caminos de tierra y servicios distantes. Los obstáculos propios del aislamiento rural, en el que muchas comunidades se encuentran, condicionan aún más la posibilidad de realizar trámites, el abastecimiento de bienes de primera necesidad, la concurrencia a un banco o a cobrar su pensión, y se profundizan las dificultades para trasladarse a las ciudades en este contexto, debido a la disminución de los servicios de transporte.

Otra problemática que la pandemia agudizó, según Elías Solís, es la atención en salud. En especial en Atención Primaria disminuyeron las consultas y controles y, con ello, las rondas médicas realizadas en los sectores rurales. “La salud es una de las cosas más complejas para nosotros los adultos mayores y ahora con la pandemia, todas las atenciones se limitaron. Los crónicos dejaron de tener sus controles periódicos y recién ahora se están retomando, pero antes, no sabían si estaban mejor o peor con sus enfermedades crónicas. Si en la ciudad ha sido difícil, en el sector rural, con los problemas para movilizarse y la priorización de atención, peor”.

La pandemia ha hecho que problemáticas socioeconómicas que se encontraban solapadas queden al descubierto como la gran cantidad de familias que viven hacinadas, las limitantes económicas que impulsaron medidas como el Ingreso Familiar de Emergencia o la fragilidad de la salud pública. Sin embargo, aun quedan una gran cantidad de situaciones y realidades que viven las personas mayores día a día que han sido invisibilizadas de las cuales es necesario hacerse cargo, como sociedad y como Estado.