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viernes, abril 26, 2024

Aún tenemos patria: qué hacemos después del 18

Por Camilo Gómez
Columnista noticiaslosrios.cl

Cuando celebramos las fiestas patrias de un modo u otro lo que hacemos no es tanto conmemorar la independencia de Chile (o la primera junta de gobierno, si somos más precisos) como la suerte o la gratitud que sentimos por haber nacido en este lugar y no en otro. Brindamos por el azar que situó nuestra existencia en un pequeño país del sur de América llamado Chile. Porque, después de todo, sabemos que haber nacido aquí o en Bulgaria no es una decisión que estuviera en nuestras manos.

Lo cierto es que, a pesar de no haber nacido en un lugar muy desarrollado como Noruega o Canadá, no podemos obviar que tampoco hemos nacido en lugares en que la precariedad determina el día a día de las personas como Ruanda de los noventa; donde la violencia y la muerte sean pan de cada día como Siria; o no existan libertades individuales o formas efectivas de defenderlas como en Corea del Norte.

Por ello, si nos ponemos a pensar en qué significa haber nacido en Chile y no en otro lugar, podemos legítimamente sentirnos afortunados. Podemos, por ejemplo, acceder a agua potable, elegir nuestros representantes, ir a la escuela y emitir opiniones como esta, sin que nos sintamos en peligro por ello. Son cuestiones que sin duda vale la pena valorar, porque aunque sean naturales para nosotros, no lo son en todo el mundo, basta mencionar con que en el mundo hay cerca de 700 millones de personas que no tienen acceso al agua, lo que comparado con los apenas 17 millones de habitantes de nuestro país da cuenta de la real dimensión del problema.

Así, asumiendo que tenemos motivos más que suficientes para celebrar a nuestro país y la suerte que tuvimos de nacer acá, luego de que el pipeño sale de los estantes de los supermercados, que se acaban las ofertas de parrillas y que las cebollas vuelven a su precio normal, nos podemos preguntar naturalmente ¿qué hacemos después del 18 para valorar la patria?

Es en este punto donde debemos considerar no solo los aspectos favorables de nuestra sociedad, sino también aquellas cosas que nos faltan como país para que cada septiembre tengamos más motivos para celebrar. Eso implica, ser capaz de mantener una actitud crítica respecto a nuestras deudas como sociedad y empezar a pensar qué haremos para saldar las mismas.

Por ejemplo, el hecho de que Chile – según el Banco Mundial – se encuentra en el lugar número 7 del mundo en cuanto a desigualdad, es un motivo de alerta. Lo anterior quiere decir que la forma en la que se distribuye la riqueza en nuestro país es una de las más desiguales del mundo y se traduce en crecimiento desequilibrado, puesto que muchas de las ventajas del desarrollo, como nuevas tecnologías, avances en medicina o mejores formas de educación no llegan a un porcentaje importante de la población de nuestro país.

En el mismo sentido, el hecho de que en nuestro país la cifra de personas en situación de pobreza llegue a más de 200 mil es una realidad que debemos considerar. Que haya gente que vive con menos de 1.200 pesos diarios, es decir, lo que en La Unión gastamos en dos pasajes de colectivo, no puede ser tolerado por un país que promueve el bien común de sus habitantes.

Luego, quedan varios desafíos pendientes, como por ejemplo el superar la “pubertad” de nuestro país ya que al ir avanzando en nuestro camino al desarrollo veremos muchos fenómenos que antes no existían, como el aumento en la capacidad de consumo, responsabilidad ambiental de estándares mayores, o también la inmigración, que son una muestras de buena salud de nuestro país y su crecimiento, ya que todos los países desarrollados poseen importantes cifras de inmigración, ingresos y mejor protección ambiental. Por ello aprender a manejar esta situación tanto en lo institucional como en lo social es tarea de todos, pues debemos aprender a conocer nuestro nuevo “cuerpo nacional” ahora que somos un poco más grandes.

Del mismo modo, es una urgencia explorar nuevas formas de desarrollo, modelos que sean respetuosos con la naturaleza, controlando el extractivismo como principal forma de hacer negocios. Limitar la contaminación, cuestión en la que hemos visto avances, pero no los suficientes si tenemos en cuenta la situación de precariedad ambiental desatada que viven personas como los habitantes de Quintero. Lo anterior, sabiendo que desbaratar nuestra estabilidad ambiental es cambiar por un puñado de billetes la calidad de vida y la vida misma de nuestros ciudadanos en un futuro no muy lejano. Esto sabiendo que se puede crecer económicamente de manera sustentable pues nuevos modelos productivos han sido desarrollados en varias partes del mundo y que a la larga, la recuperación medioambiental es mucho más cara de lo que ganamos hoy por obviar los costos del impacto.

Evidentemente quedan muchas cuestiones que mencionar, como la igualdad de género, la brecha salarial, la cuestión indígena – que no solo se reduce al llamado conflicto mapuche – y todas aquellas necesidades que requieren de un trabajo personal, por entender los problemas de nuestros vecinos y aprender a respetar nuestras diferencias como una ventaja y no como una nueva razón para dividirnos.

Así que, después del 18 ¡aún tenemos patria ciudadanos! Y nuestro deber con ella es trabajar para que en las nuevas generaciones se sientan afortunados de nacer aquí, no por el sabor de las empanadas, sino por haber desarrollado un país más equitativo, tolerante, y feliz, en el sentido de que se cumpla la idea de que todos sus habitantes puedan desarrollarse en plenitud y respeto por sus derechos fundamentales.

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