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Cabañas, transporte y restaurante: Alejandra Soto, la mujer detrás del primer “Mall” de Puerto Nuevo

Entre cabañas, transporte, gastronomía y un pequeño “mall” en plena ruta T-75, Alejandra Soto se ha convertido en una de las impulsoras del turismo en Puerto Nuevo, combinando trabajo, servicio y ayuda silenciosa a sus vecinos. Esta entrevista forma parte del proyecto “Puerto Nuevo Emprende”, ejecutado por Radio Oasis y financiado por el Fondo de Fomento de Medios de Comunicación Social 2025 del Gobierno de Chile y del Consejo Regional de Los Ríos.

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En la ribera del lago Ranco, Puerto Nuevo, en la comuna de La Unión,  se ha ido transformando en un punto cada vez más visible del mapa turístico de la región de Los Ríos. Detrás de ese crecimiento están las historias y los esfuerzos de emprendedoras y emprendedores locales como Alejandra Soto, quien ha construido, a pulso, un proyecto de vida que mezcla hospedaje, transporte, gastronomía y compromiso comunitario.

Nacida en Llifén, en la comuna de Futrono, Alejandra recuerda una infancia sencilla y una juventud marcada por los cambios. “Yo nací en Llifén, que es una localidad cerca de Futrono, muy linda localidad. Me casé a los 15 años y de ahí nos fuimos de Llifén con mi esposo, así que ahí salimos a recorrer un poquito Chile”, relata, mencionando lugares como Punta Arenas, Santiago, Concepción, Pirihueico y Panguipulli, “como la cueca”, dice entre risas. Hoy es madre de tres hijos profesionales —una hija enfermera en la zona, un carabinero en Antofagasta y otra hija en la Escuela de Suboficiales en Santiago— y abuela de Dominga, su nieta de un año, a quien nombra con evidente orgullo.

Su espíritu emprendedor, asegura, viene de lejos. “Dios a mí me dio, a lo mejor, no el estudio, pero sí la inteligencia. Entonces, de tan joven empecé ya a trabajar en vender cosas y empezar a surgir, ser mejor en la vida para mis hijos, para que no tengan necesidades”, explica. Esa fuerza fue la que la llevó, junto a su familia, a radicarse en Puerto Nuevo en 2012.

A poco de llegar, decidieron apostar por el turismo local. “Nosotros llegamos acá en 2012 a Puerto Nuevo y ahí compramos un terreno e hicimos un quincho de eventos, que fue el primer quincho de eventos acá en Puerto Nuevo”, cuenta. Con el tiempo sumaron cabañas y piscina: “Las cabañas son como para seis personas y también tienen derecho a la piscina, y el quincho es como para 60 personas. Tenemos tres cabañas completamente equipadas; solamente tienen que traer su comida los visitantes”.

Su clientela es fiel y vuelve cada año. “Tengo clientes de años que son siempre los mismos, así que de repente uno no tiene necesidad de seguirlas publicando porque siempre son los mismos. El boca a boca es muy importante”, afirma. La temporada alta se concentra entre noviembre y marzo, cuando el lugar está “full”, incluso con familias que arriendan por todo el mes de febrero, mientras que en invierno la demanda baja y se asocia principalmente a la pesca.

Pero Alejandra no se quedó solo en la hospedaje. También vio una oportunidad en el transporte y en el apoyo a la comunidad. Obtuvo licencia profesional y comenzó trasladando estudiantes al colegio en Futrono: “Empezamos en un furgón chiquitito, en un auto, después un furgoncito, y ahí ya fuimos creciendo un poquito más”. Hoy, además, trabaja dos veces por semana con la posta local. “Yo trabajo en la posta y traslado a los adultos mayores. Sobre todo a los adultos mayores postrados, vamos a domicilio, a controles. Hace siete años que estoy en ese rubro”, comenta.

Su experiencia gastronómica también tiene raíces lejos de Puerto Nuevo. “Yo trabajé en Torres del Paine, en Punta Arenas, en Puerto Natales, y me dieron la oportunidad de ser jefa de cocina sin tener la educación de cocina, ni cursos ni nada de eso”, recuerda. Con esa escuela a cuestas, y tras vender unas propiedades en Huilo Huilo, invirtió en un terreno en la zona y levantó un pequeño polo comercial. “Hicimos un centro comercial con seis locales, el primer centro comercial aquí en Puerto Nuevo, como el mall de Puerto Nuevo”, describe.

En ese centro comercial funciona su restaurante, junto a una boutique, una pastelería y un servicio de rafting. “Ofrecemos almuerzos, sándwich; a la carta hay varias exquisiteces: salmón, mariscos. Tratamos de hacer de todo un poquito. Gracias a Dios, son ricos nuestros platos y son baratos”, señala. El local opera principalmente entre septiembre y marzo, cuando el flujo de turistas justifica mantener abiertas las puertas y contratar personal local para la temporada.

Si hay un sello que atraviesa todos sus negocios, ese es el estilo de atención. Alejandra lo resume en una frase que repite a su equipo: “A mí me gusta ayudar, me gusta atender bien. Yo siempre digo: no mezclemos los problemas de la casa con el lugar de trabajo”. Para ella, un buen servicio puede cambiarle el día a alguien. “De repente va alguien al restaurante y va con mil problemas, o va porque lo despreciaron en otro lugar. Llegan donde nosotros y yo los espero con una risa. Ellos se desahogan, es increíble, y después se van felices de la vida”, cuenta.

Ese espíritu también se traduce en pequeñas enseñanzas cotidianas: “A las niñitas que trabajan yo les digo: el celular aparte, hija. Espere a la gente amable, como que tiene vocación usted para esto, porque es bonito trabajar con personas”.

Más allá de lo comercial, Alejandra siente que su trabajo le permite aportar a la comunidad de maneras menos visibles. “Es gratificante uno poder ayudar a los demás en silencio, pero con la satisfacción que a uno le queda que uno lo puede hacer”, confiesa. Lo asocia a una fe simple y concreta: “Siempre digo: si yo doy, le pido a Dios que no sea un premio para mí, como que no me gane una estatua a la Alejandra Soto. No, que sea una ayuda para mis hijos en el futuro. Y así ha sido, a mi hijo le ha ido súper bien”. Esa coherencia, agrega, le da tranquilidad: “Uno duerme tranquilo. Eso es lo importante”.

Cuando piensa en el futuro, su deseo no está puesto en tener más cosas, sino en mantenerse fiel a su forma de ser. “Le ruego a Dios que no me haga arrogante, porque de repente la gente que tiene, que no ha tenido, es arrogante”, señala. “Yo me destaco mucho por ser sonriente y ser alegre. La gente de repente dice: “¿Por qué esta señora no tiene problemas?”. No es que no los tenga, pero yo me veo feliz, tranquila y unida con mi familia”. Su aspiración, dice, es “tratar de poder seguir aportando a Puerto Nuevo, ayudando en lo que yo más pueda, aunque sea en silencio”.

Alejandra tiene una mirada muy clara sobre el potencial de Puerto Nuevo como destino. “Sería increíble si creciera más Puerto Nuevo, porque esta localidad es hermosa, es maravillosa”, afirma. Y sabe que la clave está en el trabajo conjunto. “Yo digo: eso se puede lograr aquí en Puerto Nuevo”, insiste, recordando la experiencia de Huilo Huilo: “Nosotros teníamos cabañas y todos nuestros vecinos nos unimos. Y ahora Huilo Huilo es Huilo Huilo: tiene identidad, es conocido a nivel mundial”.

Para que Puerto Nuevo dé un salto similar, plantea que hace falta más organización entre emprendedores y una mejor articulación con las autoridades. “Falta la unión de los emprendedores y todos luchar para un futuro. No de llenar y decir: “Yo quiero tener más y más”. Uno tiene que tener una vida feliz, tranquila, sin competencias”, reflexiona. Y añade: “Hace falta más publicidad, más tocar la puerta a las autoridades, que nos ayuden con eso”.

También recuerda intentos previos, como la instalación de una oficina de turismo en temporadas anteriores, pero donde —a su juicio— faltó coordinación: “Ellos colocaron una oficina de turismo varias temporadas, pero faltó que todos inscribiéramos nuestras cabañas, nuestro quincho, nuestro restaurante. Las niñitas que son contratadas de repente no saben qué ofrecer porque no está todo en un logo que diga aquí estamos”.

Pese a las brechas, su invitación es clara y directa. “Que nos visiten, que es bonito. Es importante que ellos igual conozcan nuestra comida, nuestros hospedajes, nuestras playas”, dice. Y subraya un rasgo que considera distintivo: “Es tranquilo, que pueden venir con la confianza de dejar estacionado el auto sin llave, todavía se puede en Puerto Nuevo”.

Con 15 años viviendo en la localidad, asegura que la seguridad ha sido una constante: “Por lo menos yo, que ya vivo 15 años acá, gracias a Dios nunca ha pasado nada. Bienvenidos los que quieran venir y que llamen: los que tenemos transporte los podemos ir a buscar”. Su promesa, desde el centro comercial ubicado al llegar a Puerto Nuevo por la ruta T-75, es sencilla y potente: recibir a cada visitante “con toda la alegría y con todo el cariño de siempre”.

A continuación puedes escuchar la entrevista completa:

 

 

 

 

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