Por Dr. Franco Lotito C.
Conferencista, escritor e investigador (PUC)
Primero que todo, es preciso aclarar el significado que tiene la palabra “manipulación”, especialmente, cuando se habla del “manipulador emocional”, es decir, un sujeto que “busca ejercer control o influencia en el comportamiento de otra persona” –e incluso de un grupo de personas–, utilizando diversos métodos de persuasión, con la finalidad de anular y/o eliminar la capacidad crítica de aquella persona sobre la cual se quiere ejercer la manipulación, una acción que, sin excepción, siempre trae aparejada lo que se denomina una “agenda oculta”.
En este sentido, la agenda oculta hace referencia “a ciertas intenciones del sujeto manipulador hacia sus víctimas, pero que nunca son reveladas”, con la finalidad de conseguir un determinado objetivo que sólo beneficiará a quién ejerce la manipulación.
Si bien, el manipulador emocional puede aparecer ante el otro como una “persona encantadora, atractiva y simpática”, en realidad, este sujeto es un “embaucador profesional y un experto en mentir”, es decir, es un individuo que tiende a engañar con palabras y cantos de sirena a las personas con las cuales interactúa, ofreciendo y/o prometiendo cosas que no puede cumplir, o que, simplemente, no piensa ni tiene intención alguna de cumplir jamás.
Este sujeto experto en manipular las emociones de los demás, tiene, asimismo, grandes habilidades para alterar la verdad y disfrazar sus engaños e intenciones. Dado el hecho que son personas muy egocéntricas, es decir, sujetos que están convencidos que “sus propias opiniones, ideas e intereses son más importantes y valiosas que las de los demás”, es muy difícil –cuando no imposible–, que sea capaz de interesarse por lo que están sintiendo o pensando los demás.
Si los manipuladores emocionales fueran capaces de comprender que las acciones y palabras equivocadas destruyen sueños, destruyen relaciones y destruyen la autoestima de la gente, entonces –quizás– tendrían un gran filtro en la garganta, ya que, si un individuo no es capaz de amar, respetar, proteger y cuidar al otro, lo menos que puede hacer dicho sujeto, es mantener la boca callada.
El egocentrismo de estos individuos los hace tener una “necesidad enfermiza por controlarlo todo”, a raíz de lo cual, sus víctimas preferidas son personas sensibles y vulnerables, sobre las que intenta ejercer un dominio y un control total. Esta necesidad de dominio llega hasta tal grado, que el manipulador emocional es capaz de cuestionar no sólo todo lo que dice o hace la otra persona, sino que también, es capaz de poner en duda la salud mental de sus víctimas, haciéndoles pensar que están “mal de la cabeza” y que “necesitan de ayuda profesional urgente”.
Estos sujetos llegan a tal nivel de miseria personal, que “a espaldas de sus víctimas, se ríen y se dedican a juzgarlas y a emitir juicios malévolos y malintencionados”, con un solo objetivo: destruir –ojalá por completo–, la autoestima de las personas que tuvieron la mala fortuna de caer en sus redes, al punto, de hacer pensar a sus víctimas que “sus vidas, sus ideas y sus opiniones, no valen nada”.
La explicación de cómo y por qué razón un sujeto está en condiciones de actuar con otros de una manera tan negativa y con una falta total de empatía o de solidaridad por el otro, radica, precisamente, en que este tipo de sentimientos están totalmente ausentes en el manipulador emocional. Estos individuos no experimentan “ningún tipo de culpabilidad o arrepentimiento por lo que le dicen o le hacen” a otras personas, ya que su frialdad y distanciamiento respecto de alguna emoción o sentimiento positivo hacia otros seres humanos prevalece por sobre todas las cosas, siendo, por lo demás, totalmente incapaces de reconocer sus faltas y errores.
Otra de las nefastas cualidades de estos manipuladores y embaucadores profesionales, es que, al mismo tiempo que juzgan y se burlan de sus víctimas, utilizan diversas fórmulas –y se aprovechan de cualquier oportunidad– con el fin de aislarlas de las demás personas, ya sea que se trate de familiares cercanos o de amigos.
En este sentido, si usted descubre una –o más– de estas características en la persona con la cual mantiene algún tipo de contacto, vínculo o relación interpersonal, la recomendación es una sola: dar media vuelta y alejarse cuanto antes de ese individuo, ya que usted está corriendo un serio peligro de salir muy dañado de esa insana y perjudicial relación.