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La nueva narrativa valdiviana: dos plumas que reinventan el sur

Por Mauro Gutiérrez

En la vibrante escena literaria del sur de Chile, dos nombres resuenan con especial fuerza en la narrativa contemporánea: José Baroja y Aldo Astete. Con estilos y géneros muy definidos, ambos escritores, profundamente arraigados en el imaginario valdiviano, han logrado construir obras sólidas y reconocibles que exploran desde lo insólito cotidiano hasta el terror anclado en los paisajes australes.

Desde la prolífica veta del cuento hasta la consolidación de una voz única en la literatura de género, Baroja y Astete se erigen como figuras clave para comprender el actual dinamismo de las letras en la Región de Los Ríos. Sus trabajos no solo reflejan la riqueza cultural y geográfica de Valdivia, sino que también trascienden las fronteras locales para aportar nuevas y audaces perspectivas a la literatura chilena.

José Baroja: El cartógrafo de lo insólito cotidiano

Nacido en Valdivia en 1983, José Baroja se ha consolidado en la última década como una de las voces más activas y destacadas del cuento chileno. Aunque actualmente reside en Guadalajara, México, su conexión con la ciudad austral permanece como un pilar fundamental en su producción literaria, a menudo poblada por la atmósfera de sus calles y su particular melancolía.

La obra de Baroja, desplegada en una serie de colecciones de relatos, se caracteriza por una exploración de lo extraño que irrumpe en la normalidad, así como por una continua reflexión acerca de la cuestión social. Sus personajes, a menudo solitarios y reflexivos, transitan por escenarios urbanos que, si bien pueden ser reconocibles, se ven distorsionados por eventos que rozan lo fantástico y lo absurdo, que transitan además por la ruta del relato social y psicológico.

Títulos como “El hombre del terrón de azúcar y otros cuentos” (2017) y “El curioso caso de la sombra que murió como un recuerdo” (2018) dan cuenta de un proyecto narrativo coherente. En su prosa, la ciudad no es un mero telón de fondo, sino un ente vivo que participa en las historias, un personaje más con sus propios misterios. La crítica ha destacado su habilidad para crear atmósferas envolventes y su manejo de un lenguaje preciso que dota a sus narraciones de una notable profundidad psicológica.

Aldo Astete: El arquitecto de terror lárico 

Una de las figuras más potentes y renovadoras de la literatura de género en Chile es, sin duda, el escritor y profesor Aldo Astete Cuadra. Vinculado a Paillaco y a la Región de Los Ríos, Astete ha desarrollado una propuesta que él mismo ha denominado “Terror Lárico”, un concepto que define una narrativa de horror profundamente conectada con el territorio, el clima y la mitología del Sur de Chile.

A través de novelas, compilaciones de relatos y de su trabajo como editor, Astete utiliza los elementos icónicos del paisaje valdiviano —bosques frondosos, lluvia incesante y mitos locales— para construir atmósferas sofocantes y perturbadoras. Su obra se aleja de los clichés del terror anglosajón para encontrar el miedo en las raíces de la cultura local, explorando el horror psicológico que emana de la soledad, el aislamiento y las leyendas que susurran entre los árboles. “Mentes suicidadas y otras muertes” (2015) y “El rapto” (2016) dan cuenta de esto.

Su escritura no solo busca el susto, sino que indaga en las ansiedades contemporáneas, utilizando el género como una herramienta para reflexionar sobre la condición humana en un entorno geográfico particular. Ganador de importantes premios, como los Juegos Literarios Gabriela Mistral, Aldo Astete se ha convertido en un referente ineludible del terror nacional y en un embajador de las nuevas y oscuras narrativas que se gestan desde el sur.

Tanto José Baroja como Aldo Astete, desde la sutileza de lo fantástico cotidiano hasta la contundencia del horror territorial, demuestran la vitalidad y diversidad de la narrativa que se escribe desde Valdivia. Sus obras, que invitamos a descubrir, son una prueba fehaciente de que el sur de Chile continúa siendo un semillero de talento y un espacio de renovación para las letras nacionales.

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