Por Luis Cuvertino Gómez
Gobernador de Los Ríos
El legado que nos deja José “Pepe” Mujica es profundamente significativo. En todo el mundo ha sido ampliamente reconocida su vocación de servicio público, su coherencia política, su cercanía con las personas, su renuncia consciente a los privilegios y su consecuencia personal, una actitud muy pocas veces vista antes en política. Representó un liderazgo poco común, con valores esenciales muy alejados del actual reclamo ciudadano en que la política se aleja de la ciudadanía, donde ven a sus autoridades de lejos, viviendo como no vive la mayoría, muchas veces sin ser conscientes de la realidad que les rodea.
Vivimos una crisis global de diálogo, donde la polarización de los sectores políticos se acrecienta, los discursos de odio se apoderan de las distintas esferas, las fake news cada día toman más fuerza y las redes sociales se toman la vida de las personas, reemplazando las relaciones humanas y abandonando espacios tan sanos como la conversación sincera mirándonos a los ojos, la honestidad en nuestras palabras y la solidaridad con nuestro prójimo. Frente a este escenario, las autoridades políticas tenemos una tarea urgente, que es reconstruir los puentes de diálogo transversal para concretar las políticas públicas que nuestra ciudadanía requiere, priorizando siempre el bien común, por sobre los intereses personales o partidistas.
El 29 de junio se desarrollarán las primarias presidenciales del pacto Unidad por Chile y en noviembre próximo las elecciones oficiales para la Presidencia y Parlamentarias de nuestro país, lo que nos exige como ciudadanos un alto nivel de información para votar con responsabilidad y; a las y los candidatos, la obligación de ofrecer propuestas concretas, vocación pública, respeto, coherencia y honestidad.
Creemos que la figura de Pepe Mujica debe inspirar a nuestras futuras generaciones, a aquellos que se están formando en política y a quienes la ejercen. El liderazgo desde la consecuencia personal, con honestidad y desde la propia realidad, permitirá construir con legitimidad las confianzas necesarias para atender las necesidades locales, porque no basta con ejercer el poder simplemente, hay que tener vocación de servicio público para escuchar a las personas, para empatizar con sus dolores y buscar las soluciones necesarias para cambiar o mejorar su calidad de vida.
Como bien dijo Mujica: “una de las desgracias de la política es haber abandonado el campo de la filosofía y haberse transformado demasiado en un recetario meramente económico”. Esta frase resume un problema urgente y es nuestro deber, como representantes de la ciudadanía, luchar para que la política no se transforme en una guerra por poder, ni en un medio para enriquecerse, sino en un puente para encontrar soluciones, para avanzar hacia la justicia social y fortalecer el buen vivir de nuestras comunidades.