Por Liliana Ronconi
Facultad de Derecho UST – Sede Valdivia
Embajadora Proyecto InES Género
El 25 de noviembre se conmemora el “Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer” y es por eso por lo que me gustaría resaltar la importancia y vigencia del lema ‘lo personal es político’ que surge en los años 70 y que fue clave para llevar la violencia doméstica, la división del trabajo en el hogar, y los derechos sexuales y reproductivos al debate público. Ese giro permitió que experiencias antes silenciadas entraran al espacio público y se tradujeran en leyes, políticas y derechos. Hoy, cuando se han institucionalizado (al menos parcialmente) algunas de esas demandas, es necesario reafirmar que este lema sigue vigente. Sin embargo, la frontera de lo personal se ha desplazado hacia otras dimensiones: el trabajo de cuidados, la salud mental, el impacto de las tecnologías en la intimidad o la sobreexposición en las redes sociales.
Todas estas experiencias, aunque parezcan privadas, expresan desigualdades de poder donde el Estado debe meterse a fin de proteger a los grupos más afectados. Las nuevas demandas vinculadas al lema incluyen el reconocimiento del derecho al cuidado en términos amplios (cuidar a niños, niñas y adolescentes, personas con discapacidad, adultos mayores y el autocuidado), la corresponsabilidad social de las tareas de cuidado, la visibilización de las violencias digitales, el derecho a una vida libre de estigmas por razones salud mental, entre otras.
Sin embargo, también, más de medio siglo después, el desafío es distinto. El Estado ha incorporado —al menos formalmente— muchas de esas demandas. Existen ministerios, protocolos, políticas y discursos institucionales sobre género. Sin embargo, esa institucionalización no garantiza una transformación real de las condiciones de vida. Por eso, quizá hoy la consigna quizás deba invertirse: “lo político es personal”. Porque las decisiones políticas, presupuestarias o institucionales que se toman —y quiénes las toman— afectan profundamente la vida cotidiana de las mujeres. No es una abstracción.
Las políticas que se toman en materia económica, de tributación, ambientales, educativas o migratorias tienen efectos concretos sobre los cuerpos, el tiempo y las condiciones materiales de existencia de las mujeres. Cuando se recortan los presupuestos de programas de niños, niñas y adolescentes, cuando se desarman equipos que trabajan en violencia o salud, lo que se pone en juego no es solo una política, sino cuerpos concretos, tiempo, salud mental y redes de cuidado. También cuando se recortan o reducen programas vinculados al acceso a la educación, o cuando se endurecen políticas migratorias. El impacto en las mujeres es brutal. Las decisiones políticas son entonces también personales.

















