Por Dr. Franco Lotito C.
Conferencista, escritor e investigador (PUC)
La pregunta inicial que es preciso hacer al respecto de este complejo tema es: ¿qué lleva a un adolescente a auto inferirse heridas en brazos, abdomen o piernas? ¿Por qué razón esta persona siente alivio en lugar de dolor?
Hoy en día, existe mucha preocupación entre los especialistas por el aumento de pacientes jóvenes de entre los 10 y 18 años que se autolesionan. La mayoría de ellos, son prisioneros de una angustia incontrolable que no logran canalizar, si no es a través de cortes, quemaduras o golpes. En ocasiones –tal como se verá más adelante– por intermedio de lesiones que son aún más extremas y graves.
El mayor estudio poblacional en relación con este tema, fue realizado por los investigadores Brunner, Parzer y Haffner, quienes en su estudio reportaron conductas autolesivas repetidas –cuatro o más veces en el año– en el 4% de la población adolescente.
Resulta relevante dejar en claro que una “autoagresión” (autolesión o automutilación) no es lo mismo que un “intento de suicidio”, por cuanto, en el primer caso, la persona que lo hace busca sentirse mejor y más aliviada, en tanto que en el segundo caso lo que busca el sujeto, es dejar de sentir, es decir, quiere terminar con su vida.
En nuestro país, al igual que en el resto del mundo, este tipo de conductas de carácter autodestructivo se ha incrementado en los últimos años como consecuencia de diversas razones: aumento en los niveles de ansiedad, angustia, estrés, desesperanza, agobio, etc.
En algunos países, las auto agresiones llegan a extremos increíbles y no se logran comprender del todo, como es el caso de jóvenes adolescentes y adultos que se automutilan, se desfiguran o llegan al extremo de la castración, enucleación ocular y amputación de partes de su cuerpo. Si bien, su ocurrencia es repentina, impulsiva y bastante cruenta, alrededor del 75% de estas conductas se producen durante eventos de tipo psicótico, generalmente, cuando el sujeto experimenta un episodio de esquizofrenia.
De acuerdo con una investigación de la Dra. Juana Villarroel y su equipo de expertos, un acto autolesivo se define como “toda conducta deliberada destinada a producirse daño físico directo en el cuerpo, sin la intención de provocar la muerte”.
Las autoagresiones más comúnmente observadas son: (a) cortes y magulladuras en las extremidades y abdomen que son producidos con objetos corto punzantes, (b) pellizcarse o escoriarse la piel hasta hacerse una herida y sangrar, (c) pegarse con la cabeza contra una pared, (d) presionar fuertemente los globos oculares, (e) tirarse y/o arrancarse el pelo o las pestañas, (f) tragar objetos, (g) quemarse o introducirse objetos subdérmicos, etc.
Lo más frecuente es el uso de variados métodos en cada ocasión, en relación con los cuales, las mujeres prefieren cortarse superficialmente los antebrazos, abdomen, muslos y tobillos, buscando evitar que se adviertan las lesiones, en tanto que los hombres optan por golpearse o quemarse las extremidades. Estos actos se llevan a cabo como un ritual oculto, donde no hay testigos y en relación con el cual, los tres factores que conforman la autolesión son los siguientes: (a) un detonante que provoca la conducta, (b) el rito y (c) el secreto. Parte del secreto, es ocultar, justamente, los objetos cortantes utilizados para producirse las heridas (pedazos de vidrio, trozos de metal, hojas de afeitar), así como las cicatrices resultantes.
Existen ciertos factores de riesgo que hacen que ciertas personas sean más propensas que otras a ejecutar este tipo de conductas autolesivas: (a) pertenecer al género femenino, (b) ser adolescente, con orientación homosexual o bisexual, (c) presentar antecedentes de haberse criado en un ambiente familiar adverso (presencia de violencia intrafamiliar, haber sufrido de abusos, separaciones, abandono, tener una madre muy joven, escaso nivel educacional).
La autolesión es un daño que una persona se infiere de manera voluntaria y cuando toma la decisión de cortarse la piel –que es lo más frecuente– lo hace impulsada por el deseo de cambiar su estado de ánimo, que es la diferencia con los intentos de suicidio que apuntan a atentar en contra de la propia vida, ya que, en este caso, la persona cree que no hay posibilidad de cambio, es decir, hay desesperanza y no se ve una salida. En la autolesión la esperanza está puesta en el acto mismo: “Después que me corte, me sentiré mejor”.
Una pelea, un desencuentro con la madre o el padre, una desilusión amorosa, etc., pueden ser los primeros detonantes de la conducta autolesiva, corriéndose el riesgo que con el tiempo, dicha conducta se transforme en un hábito y adquiera una dinámica de carácter adictiva, en que ya no importa realmente lo que gatilla la conducta. Generalmente, los pacientes son preadolescentes y adolescentes, con mayoría de mujeres, quienes señalan en la consulta que ellas sienten una ansiedad y angustia tremenda que sólo el dolor físico las libera y las hace olvidar el malestar psíquico.
Algunas niñas muy jóvenes –de entre 12 y 15 años– señalan que su angustia es tan grande que tienen miedo de “volverse locas” y que es por esa razón que ellas prefieren el dolor físico a tener que vivir su gran angustia psíquica.
De acuerdo con el Dr. Otto Kernberg, aquellos adolescentes que presentan más dificultades en consolidar su identidad, son los más vulnerables de caer en estas conductas. El síndrome se llama “difusión de identidad” y se caracteriza porque la persona afectada presenta mucha angustia, deterioro social, sentimientos de vacío, desesperanza, llanto fácil, soledad.
Es preciso destacar que la autolesión no se presenta como un hecho aislado y, a menudo, la pesquisa por parte del entorno familiar y de los padres de estos adolescentes se hace muy tarde, lo que lleva a pensar que existe poca atención hacia los hijos, que no se los observa, que se los toca, atiende y acaricia muy poco. Si los padres ven a su hija en pleno verano con polera manga larga, presa de la angustia y depresiva, la recomendación es prestar de inmediato atención a esta niña, ya que todo indica que algo la está carcomiendo en su interior.
La adolescencia es una etapa difícil en la vida de los jóvenes y todos los expertos aconsejan a los padres consultar de inmediato si ellos observan cualquier señal de autoagresión.
El tratamiento de este trastorno consiste, principalmente, en un proceso de psicoterapia y, en ciertos casos más graves, se requiere de farmacoterapia, sobre todo si el sujeto presenta dificultades con el auto control de impulsos y es incapaz de hacerse cargo del nivel de angustia y ansiedad que se genera en la interacción con las demás personas.
















