Por Luis Cuvertino Gómez
Gobernador Regional de Los Ríos
El nombre de nuestra región es, en sí mismo, una invitación a cuidar aquello que nos une como territorio: los ríos que corren libremente y que han definido nuestra historia, nuestra cultura y nuestra forma de vivir.
Hace unos días tuve la oportunidad de descender en rafting el río San Pedro, desde el Lago Riñihue hasta el puente Malihue. Fue una experiencia simbólica y profundamente significativa, compartida con organizaciones ambientales, emprendedores, autoridades locales, academia y representantes de la ciudadanía. Pudimos ver un río vivo a través de sus bosques, su biodiversidad, su fuerza y también sus cicatrices, recordándonos que, aunque superó grandes amenazas, aún enfrenta riesgos que debemos abordar colectivamente.
El San Pedro es belleza, pero también memoria. Es un territorio sagrado para comunidades mapuche, camino de balseros y protagonista de la Epopeya del Riñihuazo de 1960, cuando su caudal desbordado puso a prueba el temple de nuestra gente.
Hace más de 17 años la ciudadanía se levantó para defenderlo frente a un proyecto hidroeléctrico que pretendía alterar irreversiblemente su curso. Aquella lucha marcó un antes y un después, y hoy, los restos de esa infraestructura fallida se alzan como un recordatorio de una defensa social que no se rinde ni se conforma.
Desde el Gobierno Regional hemos impulsado una mirada integral del agua, con gobernanza de cuenca y articulación público-comunitaria. La Mesa Regional del Agua refleja esa convicción: que la gestión hídrica debe ser colaborativa, planificada y pensando en las generaciones futuras.
Contamos con herramientas concretas para avanzar hacia una protección oficial del San Pedro: derechos de agua in situ, reservas de caudal, la posible creación de una Reserva Nacional que resguarde su biodiversidad, y la aplicación de la Norma Secundaria de Calidad Ambiental. Pero la protección no es solo normativa, es también cultural y espiritual.
Mantener este río sano garantiza soberanía hídrica para las comunidades, turismo sostenible, alimentos, suelos fértiles y dignidad, siendo uno de los ríos más ricos en biodiversidad del país. Es desarrollo en equilibrio. Por eso, mantenerlo libre y vivo es una decisión estratégica de la región, porque creemos que el desarrollo y la naturaleza pueden y deben convivir.
Nuestra región ha demostrado que, cuando se trata de defender la vida, somos capaces de unirnos sin divisiones. La renuncia de derechos privados de agua en este río marca un hito que muestra que incluso el mundo privado puede sumarse al bien común.
















