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viernes, 29 marzo, 2024

Viviana Jiménez y familia: la historia detrás de Agrofresco y el reconocimiento como emprendimiento destacado en el aniversario regional

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Viviana Jiménez Rosas, una de las fundadoras de Agrofresco, fue galardonada en la ceremonia realizada este sábado por el Gobierno Regional con ocasión del nuevo aniversario de la creación de la Región de Los Ríos, reconocimiento que viene a coronar un cuarto de siglo de esfuerzo, sacrificio e innovación en el comercio unionino.

Por Héctor Morales Santibáñez

Anualmente el Gobierno Regional de Los Ríos entrega medallas de reconocimiento a personas destacadas en distintas áreas, con motivo del aniversario de la creación de la región.

Este año, en el rubro “emprendimiento”, la galardonada fue la unionina Viviana Judith Jiménez Rosas, reconocida comerciante por su local Agrofresco, cuya historia se remonta a casi un cuarto de siglo atrás, cuando iniciaron el emprendimiento con su esposo Jaime Reyes Asenjo. Sin embargo, es necesario retroceder en el tiempo para conocer su historia, en la que se mezclan el esfuerzo, sacrificio, creatividad y amor, de cuyo fruto nace lo que ella llama su “proyecto de vida”.

LA GÉNESIS DE TODO

Viviana nos recibe en su casa una tarde de viernes para contarnos su historia. Dialogamos largamente antes de hacer la entrevista, como para que “pasen los nervios”, mientras me sirve una exquisita porción de helado artesanal fabricado por su esposo, una de las líneas de alimento que comercializan, con una variedad de sabores en la que el sello personalizado es la característica esencial del producto.

Ella no esconde su edad, reconoce sus 55 años, y en la medida que avanzamos en la conversación va narrando toda la historia a través de las fotografías que muestra y en las cuales ha quedado grabado para siempre ese pasado histórico que la enorgullece.

“Soy nacida y criada en La Unión, de familia de profesores. Soy comerciante independiente minorista, establecida formalmente con un local que tengo hace 24 años, en el cual comercializo productos naturales y alimentación”, nos señala a modo de presentación.

Pero, contrariamente a lo que muchos esperarían, ella no estudia ninguna carrera de pedagogía, se desvincula de la tradición familiar. “Yo me desvinculo de la pedagogía en un acto de rebeldía, ya que tenía a mis tíos llamándome todos los días, preguntándome cuándo iba a ingresar a la universidad, presionándome para que no estudie para profesora, porque era una carrera muy mal pagada, y más que yo quería estudiar pedagogía en artes”.

El campo que Viviana escoge para estudiar es la informática, recién introducida en los años 80 en Chile, titulándose como técnico en computación con mención en administración de empresas en 1985, lo que finalmente tiene que ver mucho con la llegada al mundo de los negocios que más tarde haría.

Así, su práctica profesional la realiza en la Hacienda Ñuble-Rupanco, cerca de Puerto Octay, pasando luego por la Sociedad Molinera de Osorno, Muebles Caupolicán de la misma ciudad, para luego llegar a La Unión a trabajar en el desaparecido Supermercado Paris, un reemplazo en el Servicio de Impuestos Internos, para culminar en Casa Real, de Gonzalo Carrasco y Cía., su último trabajo formal remunerado.

Es esa experiencia de vida la que la prepara para la etapa siguiente, concretar lo que ella califica como “un anhelado sueño y proyecto de vida junto a mi esposo Jaime, con quien hicimos nacer el 19 de marzo de 1997 el local llamado Agrofresco, con razón social como persona natural a mi nombre y el giro de distribuidora de frutas, verduras y provisiones al por menor”.

COSAS DEL AMOR EN EL TIEMPO

Viviana conoció a Jaime Reyes Asenjo cuando eran muy niños. “Resulta de que mi suegra era profesora y mi papá también. Cierto día cuando caminaba por la calle de la mano de mis papás, había un niño chiquito parado en un cerco y yo le dije a mi mamá ¡qué lindo este niñito, cosa más linda, parece muñequito! y él también me quedó mirando. Luego, en una reunión de profesores se encontraron mi papá y mi suegra, y ahí comentaron lo sucedido”.

Lo que Viviana no supo entonces, fue que ese primer encuentro los llevaría por un largo camino, primero estudiando juntos la educación básica en la Escuela N° 2 y luego de que ella viviera en Catamutún, se reencontraron en el Liceo de La Unión, cursando juntos la enseñanza media, para culminar en el altar un 29 de diciembre de 1988, cuando tenía 22 años, y han permanecido unidos por 33 años, fruto de cuyo amor nace su único hijo Álvaro Eduardo, 28 años, quien actualmente vive en Japón, ya que se casó con una ciudadana de ese país, y está dedicado al mundo del modelaje, la música, el cine y la producción audiovisual.

Mientras ella trabajaba en el área informática y comercial, Jaime, de manera paralela, se desarrollaba en el área de la logística y transporte, hecho que sería clave al momento de atreverse a concretar su sueño y proyecto de vida.

“Nosotros con Pepe somos como almas gemelas, siempre conversamos, siempre estamos en un equilibrio, siempre vamos tomando decisiones juntos y nos apoyamos mutuamente”, señala Viviana, lo cual fue clave para que pudieran atreverse a emprender cuando abrieron el local en 1997.

LA DECISIÓN DE INICIAR UN NEGOCIO

“A él siempre le gustó trabajar independiente, y yo tenía la experiencia de más de 10 años trabajando en la parte administrativa, y él tenía la experiencia en la parte logística. Aunque yo no quería dejar mi trabajo, por cuanto tenía mi sueldo, planificados mis gastos, aunque costó, llegó el momento en el cual decidí dejar mi trabajo, vi que podía ser una buena situación, que podíamos proyectarnos a futuro, como una opción de vida, así que renuncié y abrimos nuestro local”.

Jaime, ya trabajaba de manera independiente entregando productos a supermercados de Osorno, había juntado algo de capital, al que Viviana sumó su finiquito y un crédito del Banco del Estado, lo que les permitió abrir esa primera frutería en calle Angamos, entre Prat y Esmeralda, donde hoy funciona el Restobar Escape.

Viviana recuerda que “los primeros años no fueron malos. En La Unión, en aquellos años, cuando habría un local a los tres meses cerraba, por lo que estábamos en la lupa, que pasen los tres meses porque esperaban que quebráramos. Resulta que abrimos el local, pasaron tres meses, cinco meses y más, y un día un cliente me dijo que nos felicitaba porque esperaban que quebráramos y no sucedió. Creo que lo que ayudó fue el hecho de ser conocida en La Unión, de que mi papá como profesor haya educado a muchas generaciones, mi suegra también, entonces la gente nos apoyó a nosotros como matrimonio joven, como emprendedores y creo que eso ayudó a consolidar el negocio”.

El nombre del local, Agrofresco, es una marca registrada por un amigo de ellos que tenía un local en Valdivia, con la idea de formar una cadena de locales por medio de franquicia, y les autorizó usar el nombre, para lo cual debieron seguir las normas y estándares que él tenía. Con el tiempo el amigo se retiró, se fue a Brasil, y les terminó traspasando legalmente la marca que hoy los identifica.

LA EXPANSIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL NEGOCIO

Fue la forma de trabajar, la calidad de sus productos, lo que tiempo después les abrió las puertas para desarrollarse y crecer de manera rápida, pero con una carga de trabajo que les obligó a contratar 15 personas para que pudieran cumplir las metas que imponía esta nueva etapa, algo que no buscaron, pero que llegó una tarde cualquiera a su propio negocio.

“Estaba un día en mi negocio y llegó una señora y se presentó, preguntándome si me gustaría prestar servicio para un casino. Le respondí afirmativamente, así que ella me dijo que se llamaba Verónica Luna de la empresa Sodexo, encargada de logística, y que nos invitaba a trabajar para proveer de frutas y verduras el casino de IANSA. Me preguntó si teníamos vehículo, le dije orgullosamente que sí, un Suzuki conocido como “pan de molde”, pero me dijo que debíamos comprar algo más grande por el crecimiento que íbamos a tener”, relata con emoción Viviana.

La misma empresa Sodexo los capacitó, les enseñó a trabajar, a calibrar la fruta, a cumplir las normas de higiene, para que así pudiesen entregar productos de calidad, y fue Jaime quien tuvo que capacitarse y viajar semanalmente a Santiago a comprar. De allí Sodexo les fue ampliando la cartera de casino en Osorno, Valdivia, y el casino de la Celulosa Arauco en San José de la Mariquina con mil personas diarias, por lo que debieron comprar un camión para prestar el servicio y eso hicieron por cuatro años, hasta que la empresa se ganó la licitación para entregar el servicio de alimentación en colegios de la zona.

La experiencia de Jaime en logística, su disciplina, sumado a la capacitación constante, les permitieron desarrollar rutas para alcanzar las 360 escuelas, más los casinos, que debían abastecer semanalmente en la entonces región de Los Lagos, cuando La Unión y Valdivia aún no se separaban como nueva región. Su área de acción comprendía en ese entonces las escuelas entre Paillaco por el norte y Río Negro por el sur, y aquellas escuelas que estaban geográficamente aisladas debía atenderlas entregando en las bodegas de Sodexo en Osorno, para que ellos mismos hicieran la entrega en botes u otros medios de transporte.

Viviana recuerda que, para mantener el ritmo de entrega, “yo estaba a cargo siempre de lo que es dinero, los créditos en los bancos, llevar la agenda de cheques, que no falten los productos en el local, y Pepe se hizo cargo de la logística, contratamos personal y a profesionales que nos ayuden, nos presten sus servicios, para poder cumplir con todas las normas”.

UN NUEVO LOCAL PROPIO

Llevaban varios años arrendando el local de calle Angamos, cuando surgió la posibilidad de tener algo propio. “Un día llegó el colega comerciante Gerardo Sepúlveda, porque cargábamos los camiones en la calle. Él me dijo que veía que trabajábamos y nos esforzábamos y no teníamos nada, y que a él le habían ofrecido un local en la cuadra siguiente, dijo que nos cedía la posibilidad de comprar, que lo veamos con el banco para poder comprarlo, y si no nos daban el préstamo que él se encargaría de la negociación. Eso lo agradecemos hasta hoy, porque vimos que eso lo hizo de puro corazón, no cualquiera lo hace”, declara Viviana.

Pero, no todo fue miel sobre hojuelas. Hubo bancos que la rechazaron, la trataron mal, por lo que Viviana lloró hasta llegar a su local, la menospreciaron y la hicieron sentir insignificante, porque no aparentaba lo que ellos esperaban. Pero, fue el Banco de Chile que creyó en ella, le concedió el hipotecario y pudieron comprar las dos propiedades que actualmente tienen y donde funciona desde hace varios años Agrofresco, una cuadra más lejana del antiguo local que arrendaban.

“Los bancos solo ven números, no confían en las personas. Pero los ejecutivos del Banco de Chile se la jugaron por nosotros, nos dijeron que nos apoyarían, metieron las manos al fuego por nosotros, acertaron y ganaron un cliente”, señala Jaime, interviniendo en la entrevista.

Para Viviana, la clave es que los bancos crean en la gente y se atrevan, porque eso permite que los proyectos se consoliden, prosperen, y así exista desarrollo local.

Al terminar Sodexo los contratos, ellos no pudieron seguir, debido a que la empresa brasileña que llegó al ganarse la licitación era una empresa nueva y tuvieron temor de arriesgar el capital que habían construido, por lo que comenzaron a atender a la empresa Colun, porque en ese tiempo no tenía casino, así que entregaban colaciones, frutas, sándwiches, postres elaborados. Luego aparecieron colegios particulares, liceos, el DAEM de La Unión, la municipalidad, lo que les permitió siempre continuar trabajando. Como dice Viviana, “cuando se cierra una puerta se abre una ventana”.

Se centraron en su local, comenzaron a envasar productos secos, aliños, condimentos. Elaboraron colaciones, seis platos primero, para llegar a más de 40 raciones diarias al día de hoy. Asimismo, empanadas, las cuales en Fiestas Patrias aumenta en demanda y las entregan a empresas e instituciones locales, como también de Valdivia y Osorno.

Durante un tiempo, junto a su hijo Álvaro y su nuera de nacionalidad japonesa, Yusa Minami, elaboraban productos de pastelería y panadería, pero luego la pareja fue de viaje a Japón a conocer a la familia, y lo que iba a ser un viaje corto se transformó en una radicación permanente que ya tiene siete años, y constantemente les dice a sus padres que se vayan a vivir a la nación asiática.

En el año 2018, siempre buscando innovar, Jaime tomó un curso de heladería, compraron una máquina para la fabricación de helados artesanales, los cuales se elaboran con materia prima local, ya que le leche Colun es la única libre de gluten, pasteurizada y no reconstituida, lo que garantiza la calidad del producto. Asimismo, las frutas que saborizan los helados son compradas a proveedores locales, por lo que el sabor, la textura y la calidad es de primer nivel, y el producto se ha ido vendiendo durante todo el año y la mejor publicidad ha sido boca a boca. Han innovado con helado de cerveza negra y blanca, frambuesa de producción local y ahora tienen la línea de helados para diabéticos y celiacos, por lo que cualquier persona que padezca una de esas enfermedades puede comer confiadamente el producto que elaboran especialmente para ese segmento de mercado.

Al preguntarle a Viviana cuál ha sido el sello de su negocio, que le ha permitido crecer y permanecer vigente, señala que “Agrofresco es nuestro sello, tiene nuestra esencia que nos ha caracterizado estos 24 años, superando nuestras debilidades, potenciando, renovando, perfeccionando, viendo las reales necesidades de nuestros clientes y público consumidor, marcando de esta forma un sello propio y característico que nos identifica y nos diferencia respecto de otros, Jamás copiamos, no necesitamos andar copiando modas, porque Dios nos dio la inteligencia, la capacidad, aunque hay quienes han venido a trabajar, otros a observar para así abrir locales similares o incursionar en actividades y productos parecidos”.

MOMENTOS DE AMARGURA

Uno de los momentos de mayor dolor y amargura que debieron superar es la muerte de la madre de Jaime. Mariela Asenjo Vásquez, quien falleció el 18 de febrero de 2018, en un voraz incendio que destruyó por completo la vivienda ubicada en calle Ramírez con callejón Mundaca de La Unión. Allí perdió la vida la profesora jubilada, junto a su gran amiga Elda Figueroa, también profesora y en ese momento directora de Radio Concordia.

“Para nosotros eso nos marcó mucho, pero a la vez, la tristeza tan grande que tuvimos se transformó en alegría al ver que tanta gente nos apoyó, tanta gente estuvo con nosotros una semana completa, mientras mi suegra estaba en el Servicio Médico Legal de Valdivia con el cuerpo de la tía Elda. Tuvimos nuestro local cerrado, pero tanta gente nos dio muestras de cariño, que realmente agradezco todo el apoyo que nos brindaron”.

Asimismo, otro momento doloroso fue la muerte de su padre, quien murió inesperadamente de un infarto cardiaco, dejando un vacío que, según Viviana, fue llenado con el amor y cariño expresado por muchas personas, sus clientes de estos 24 años.

Aun así, supieron sobreponerse a esas pérdidas y continuar con su negocio, siempre buscando innovar y hacer nuevas cosas.

RECONOCIMIENTO REGIONAL

Estos 24 años han sido para Viviana y su esposo Jaime, un tiempo de concreción de su sueño y proyecto de vida, por lo que el reconocimiento que hoy se le ha entregado en el aniversario número catorce de la región de Los Ríos, según señala, “viene a coronar gratamente estos años de constante esfuerzo y permanencia, disciplina y trabajo en equipo, lo que se ha traducido en la propuesta que hiciera el consejero Luis Armando Quezada, para que tengamos este gran reconocimiento a nivel regional”.

“Veinticuatro años encierran un sueño, con mucho trabajo, sacrificio, de cosas buenas y malas que vivimos, lo cual es la materialización de ese sueño, al cual han contribuido las personas que han trabajado con nosotros, nuestros clientes, sin lo cual no habríamos podido lograr todo esto, por lo que este reconocimiento tiene el aporte de todos ellos”, responde emocionada.

Pero, luego de 24 años aún Viviana y Jaime tienen sueños y, quizá el más grande, tiene que ver con el futuro de Agrofresco, para que esa visión que tuvieron no muera. “Queremos seguir proyectándonos hasta que Dios diga el día que debamos bajar la cortina, porque todo tiene un principio y un final, el cual llegará algún día, pero queremos bajar la cortina dignamente, retirarnos por la puerta ancha, con la frente en alto, y que ojalá en Agrofresco siga otra generación trabajando, no necesariamente nuestro hijo, sino que cualquier persona, un matrimonio joven que llegue a arrendarlo, que tenga la misma mentalidad de nosotros, porque uno se desgasta y no puede dejar todo botado, queremos dejar el local en buenas manos”.

Es Jaime quien al final de la entrevista, deja un claro mensaje a las nuevas generaciones, al intervenir señalando que la historia de sus vidas tuvo un proceso y que sin ello no es posible construir nada. “Todo tiene su proceso, es largo, no es de la noche a la mañana que uno instaló un local y al otro día está con el bolsillo lleno, eso deben sacárselo de la cabeza. Es lo mismo que cuando uno nace, crece, fue a la escuela, estudió, comenzó a trabajar y comienza a ahorrar; un negocio es exactamente lo mismo, parte de cero, tiene que trabajar el dinero, que produzca y después de eso ver lo que le queda a lo largo de los años”.

Quizá en un mercado tan pequeño como La Unión, el problema es que cada día nacen nuevos negocios similares que deben competir “repartiendo la misma torta”, y cada vez la porción es más pequeña y hay que saber cuidarla, porque si no puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Es la reflexión final que hace Viviana y Jaime, mientras concluye la entrevista.

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