Por Ramón Rubio D.
Rector CFT Estatal de Los Ríos
En Chile la educación técnica se reconoce como un sistema formativo que tiene por finalidad la adquisición de conocimientos, habilidades y competencias para el mundo del trabajo, que de acuerdo al Marco de Cualificaciones Tecnico Profesional (MCTP) se clasifican en dimensiones y niveles y en cuya construcción han participado actores tan relevantes como MINEDUC, SENCE, ChileValora, CORFO, CNED, CNA, Organismos internacionales y los principales gremios productivos del país.
El MCTP está constituido por resultados de aprendizaje que se estructuran en una matriz de descriptores -oraciones que explican lo que el sujeto puede hacer, sabe y comprende-, ordenadas en cinco niveles de complejidad creciente y tres dimensiones. Los cinco niveles cubren desde aprendizajes de muy baja complejidad, hasta aquellos de mayor extensión y profundidad que frecuentemente se asocian a formación que se obtiene en la Educación Superior.
Es en este contexto en que debe evaluarse la efectividad de la educación a distancia, tomando en consideración las posibilidades que otórgan las tecnologías educativas y los métodos de enseñanza para que los estudiantes puedan lograr los resultados de aprendizajes señalados en el marco, en sus distintos niveles. Por ejemplo “Instalar tableros de distribución, equipos, artefactos y accesorios de acuerdo a normativa de la SEC” ( UCL U-4322-7411-003-V02), competencia que es muy difícil pensar que se pueda desarrollar sólo a través de Internet.
En atención a los antecedentes expuestos, pareciera que en la educación técnica la presencialidad se hace imprescindible y se requiere que los talleres y laboratorios se adecuen a la realización de clases presenciales en contextos de pandemia, con apego a todas las recomendaciones sanitarias y con especial énfasis en la realización de actividades que tributen directamente al desarrollo de habilidades y competencias del MCTP. Sin embargo, existe un elemento aún más importante y que está por sobre cualquier justificación técnica y es que son las propias comunidades educativas y en particular los estudiantes y académicos, quiénes deben manifestar su voluntad y compromiso con las alternativas y medidas adoptadas, así como con los compromisos adquiridos, en especial en materia de prevención.