Por Egon Montecinos Montecinos
Doctor en Ciencias Políticas

Egon Montecinos M. 

¿Ha escuchado hablar del Voto programático? Cuando en su condición de ciudadano va a ejercer su derecho a voto, se pregunta antes de hacerlo ¿Por qué voy a votar por este candidato (a)? ¿cuáles son sus propuestas o cuál es el programa del candidato (a) por el cual va a votar? Algunas personas lo hacen, otras simplemente no le asignan una importancia a esa dimensión y votan por otro tipo de razones, como por aspectos religiosos, de clase social, simpatía, sonrisa, parentesco, cariño, ideológicas, etc. El llamado “voto programático” es un mecanismo de democracia participativa mediante el cual los ciudadanos que votan, imponen como mandato al que eligen el cumplimiento del programa de gobierno que haya presentado en la respectiva campaña electoral. Esto implica necesariamente que los ciudadanos deben conocer los programas de gobierno que los candidatos proponen, como por ejemplo, los proyectos y las ideas que el candidato estima implementar en caso de que resulte elegido. Es común escuchar en campaña, “me la jugaré por un hospital”, “las pensiones son indignas”, “donaré la mitad de mi sueldo”, “haremos un camino”, “me la jugaré por que lleguen empresas que den trabajo” “despediré a todos los malos funcionarios”, etc etc etc. Muchas de esas cosas a veces no se pueden cumplir en un periodo de gobierno, otras no dependen del cargo al que se está postulando y otras definitivamente no se pueden cumplir de parte del candidato (a) que lo propone.

En definitiva, mediante el voto programático, el candidato elegido está obligado a cumplir con el programa de gobierno que propuso, pues, si no lo hace la población puede invocar mecanismos de participación política como la revocatoria del mandato para removerlo de su cargo. Un ejemplo de aquello fue lo que sucedió con la alcaldesa de Lima el año 2013, ver ejemplo en este link https://es.wikipedia.org/wiki/Consulta_popular_de_revocatoria_de_marzo_de_2013

¿Para qué sirve el voto programático?. Es una propuesta orientada a la modernización de la cultura política, al fortalecimiento y madurez de los procesos electorales y para diseñar campañas asentadas en la realidad más que en la liturgia o en las falsas expectativas que promueven candidaturas que no pueden cumplir lo que prometen. Por otra parte, los propósitos del aspirante encuentran su base en la viabilidad, ya que permite que los candidatos se midan en sus promesas de campaña, es decir, evita que dichas promesas se transformen en estrategias electorales y puedan ser efectivamente una hoja de ruta respecto de lo que van a hacer si llegan a ser elegidos, permitiendo a su vez a la ciudadanía hacer un seguimiento respecto de cómo está haciendo su gobierno en relación a los compromisos contraídos. Finalmente, contribuye a la educación cívica, ya que obliga al candidato a prometer lo que el cargo le permite, y no cosas que están fuera de su alcance o corresponden a otro poder del Estado. Cada elección es una oportunidad para que podamos ejercer nuestro derecho a voto, pero también nuestro derecho a aprender y a mejorar nuestra democracia. Esta es una vía y una buena alternativa para ello. En Noviembre vienen elecciones, ponga atención en aquello.