jueves, abril 18, 2024

El tiempo en tiempos de pandemia

El tiempo ha sido objeto de estudio desde los inicios de la filosofía, encontrando muchas definiciones que tratan de reflejar que más que un fenómeno netamente físico, contiene otros elementos que traspasan una mirada simplista y racional, en esto se debe entender que hacerse consiente el inconsciente de lo que se vive resulta factible para detener el tiempo y reflexionar hacia dónde vamos, alcanzando nuevos horizontes que obligan a buscar parámetros que ayuden a entender que los acontecimientos tienen una razón de ser en sí.

Por Guido Asencio Gallardo
Académico

Hasta antes de la pandemia, el mundo racional se encontraba en un claro proceso de desconstrucción, pasando desde las conceptualizaciones de la modernidad hacia la postmodernidad, donde la evolución de los procesos lineales identificados por el progreso cerrados, pasaban a la concepción de un borroso telos de evolución, hacia la caracterización de un futuro acentuado por procesos abiertos que reconocen la proliferación de muchos mundos.  Pasaba del dominio de los metarrelatos (ideologías), hacia la pérdida de fe en los grandes relatos, con el predominio de la diversidad.  Pasaba de un dominio del pensamiento racional, con una lógica dual, donde la ciencia racional y objetiva representaba el centro, hacia una paradoja polivalente, revalorando la estética y la imaginación en la transformación objetiva de los fenómenos.  Pasaba de un rol de lenguaje que reflejaba la realidad, hacia una realidad como juego de lenguaje.  Pasaba de una realidad absoluta hacia el surgimiento de muchas verdades. En fin, todos estos elementos que denotan transformación, pasaban a establecerse como una norma a seguir disciplinadamente para identificar que el mundo se reacomodaba y adaptaba a las nociones que hacían ver el tiempo como un elemento acelerador que de límites conocía poco, pero la pandemia mundial, ha obligado a detenerse, para reflexionar y respondernos dos preguntas fundamentales que están presentes en la filosofía ¿quiénes somos? y ¿hacia dónde vamos?

Aristóteles dividía el tiempo dos, uno el ocio necesario para descubrir el sentido de la verdad y dos la falta de ocio que estaba relacionada con la actividad cotidiana de las personas, más tarde Martín Lutero, decía que el hombre debía preferir la actividad para su salvación divina, privilegiando el trabajo por, sobre todo, son dos visiones muy distintas sobre un mismo fenómeno, el ocio. En nuestros tiempos lo que planteaba Lutero se puede traducir en la hiperactividad y el consumo característico de sociedad hasta antes de la pandemia.

Para los griegos la definición de ocio es “tiempo libre”, la cual viene de la palabra “schola”, que a la vez en inglés es la raíz de la palabra “escuela”, en la RAE aparece como una “ocupación reposada”, lo cual lleva a dilucidar que los espacios del tiempo, desde su origen han estado ligados al aprendizaje, a la contemplación del conocimiento libre, es más, la esencia de la belleza está dada en la estética que se quiere encontrar para dirimir entre el origen de lo ético en el objeto observado, avanzando hacia una cierta hermenéutica que tiene como característica abrazar la libertad que tiene cada individuo de atesorar su propio tiempo y proyectarlo con la sus propias reglas, sin pasar a llevar la libertad de otros.

Por su parte, el autor Zygmunt Bauman acuña el término de la “modernidad líquida”, siendo una de las tesis más famosas de la sociología contemporánea, entregando argumentos para definir un “tiempo líquido”, refiriéndose a lo flexible y voluble que se vuelven las estructuras sociales, reemplazando a una “modernidad sólida” y estable.  Parte de sus argumentos, están arraigados a los elementos de la incertidumbre que se generan en las transformaciones de épocas de cambio, como la que hoy en día nos encontramos viviendo, él repara que “la separación del poder y la política contribuye al debilitamiento de los sistemas de seguridad que protegían al individuo, o la renuncia al pensamiento y a la planificación al largo plazo.   

Para el autor Byung Chul Han en su libro “El aroma del tiempo”, en la sociedad actual es característico apreciar que existe una “atomización del tiempo”, basado en la continua aceleración de sucesos, añadiendo que con esto se pierde también el sentido del “ayer, el hoy y el mañana”, asimilándolo como todos los tiempos iguales, con lo cual “hemos perdido el sentido de vivir”, olvidando la importancia de la trascendencia.

El autor Milan Marinovic alude que los griegos para referirse al tiempo consideraban tres tipos: el primero era el Cronos, que representa el tiempo físico que conocemos, con relojes, es decir el día, el mes y el año, representando el surgimiento de sistemas que incorporan un factor impositivo, expresado en el desarrollo de procesos; el segundo el Kayros, conocido como el tiempo que marca las vivencias experimentadas en algún momento de la vida, donde surgen las relaciones como factor circunstancial, expresado en apremios que resultan imponderables, y por lo tanto no controlables, también llamado tiempo psicológico o sentimental y el tercero el tiempo Polis, relacionado con un tiempo político o representado por procesos sociales que marcan la historia, incorporando en su desarrollo un factor coyuntural que se manifiesta a través de oportunidades que pueden aprovecharse en el ambiente. En este caso por las características y magnitud de la pandemia mundial, será recordado como un tiempo Polis, pero esto tendrá sentido solo si efectivamente se experimentan cambios, los cuales deben venir desde las personas entendiendo la emergencia sistémica que cohabita en un mundo complejo.

Como se puede apreciar son muchas las definiciones y reflexiones en torno al tiempo, esto aplicado al período en que estamos viviendo en pandemia resulta interesante, pasando de un racionalismo cronológico que estamos acostumbrados a percibir a uno donde la reflexión es necesaria para magnificar la importancia de la realidad relativa que expresa un movimiento que tiene diferentes variables alrededor de lo que vivimos a diario, para alcanzar el eje del “ser” en movimiento del devenir, donde la visión sincrónica, sirve para entender que los cambios abrazan dimensiones que no son absolutas o relativas como ocurre con las ciencias físicas, pues en todo esto cobra validez la valoración del ahora para preparar lo que se viene.

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