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jueves, 28 marzo, 2024

Un diagnóstico a la crisis social en Chile

El estallido social que hoy aqueja a nuestro país tiene múltiples causas, las cuales trataré de analizar, así como también sus consecuencias, pudiendo aportar desde una mirada ciudadana, debido a que hoy quienes quieren resolver la crisis son los mismos que la provocaron, la clase política que no escucha a la ciudadanía, y trata de generar acuerdos entre cuatro paredes, demostrando que no han entendido nada.

Por Ciudadano a Pie

El 18 de octubre de 2019, comenzó manifestarse en Chile un amplio malestar social que tiene sus raíces en la gran desigualdad existente, que por más de treinta años se ha profundizado, aunque, en principio, se sentó bajo la premisa de que iba haber un crecimiento sostenido que daría mejor calidad debida a todas las personas, donde las grandes empresas iban a tener las ganancias suficientes que se traduciría en el traspaso a sus trabajadores de manera “automática”, mejorando las condiciones de vida de todas las personas, esto es conocido como el famoso “chorreo”, en el cual no iba a ser necesaria la intervención del Estado.

Lo cierto es que los argumentos sostenidos por esta teoría, presentan grandes fallas desde sus inicios, debido principalmente a las formas en que se han ido midiendo los indicadores de crecimiento, considerando la calidad de vida como una de sus premisas más destacadas por organismos internacionales como la OCDE, Banco Mundial, entre otras, que basan sus mediciones en factores instrumentales como el acceso a bienes y servicios que poseen las personas para desenvolverse en la vida, disminuyendo sustancialmente los índices de pobreza, considerando instrumentos simplistas que se basan en una cultura del tener y no del ser integral, esto tiene como consecuencia una sobreestimación de aspectos netamente tangibles.

La otra promesa de este modelo era de que las grandes empresas iban a tener la posibilidad de redistribuir sus utilidades en beneficios para los trabajadores. No obstante, lo que ha ocurrido es lo contrario, las empresas en su afán de tener rentabilidades, han desarrollado mecanismos de elusión tributaria, para pagar el menor impuesto posible, pagándole a sus trabajadores sueldos miserables, que no alcanzan para llegar a fin de mes, teniendo como consecuencia la obligación de endeudarse para cumplir sus compromisos. Esto demuestra que el modelo económico enfatiza en la concentración de la riqueza en las grandes corporaciones y las familias más ricas del país fomentando la desigualdad en la sociedad.

Otra de las problemáticas que se ha dilucidado se relaciona con la legitimidad democrática, donde la ciudadanía solicita explícitamente pasar de una democracia representativa a una más participativa, en esto el Gobierno actual se ha abierto realizar una nueva constitución por estos días, donde el mecanismo todavía está en el dilema, pero lo cierto es que aquí se destrabaría una parte del problema, pero hay que tener la claridad necesaria de que esto no es una panacea que resuelve todo, pues es el camino y no el fin. En esto, es necesario que quienes tienen algo de representatividad hoy, puedan trabajar por mejorar los índices de votación en los ciudadanos, para que esto suceda es primordial rediseñar las formas de comunicación entre los políticos y la ciudadanía, porque hoy esos lazos se encuentran cortados y en los pocos lugares en que todavía existen, se encuentran en tensión.

Hoy la democracia también requiere de inclusividad social, esto implica la necesidad de trabajar por aspectos esenciales que realmente puedan ayudar a las personas a cambiar sus condiciones iniciales, con el fin de evitar la frustración en ellas, donde la asociatividad surge como una de las armas más potentes de vinculación de las personas en diferentes ámbitos, por medio de organizaciones de diferente tipo que persigan distintos intereses de manera individual pero de manera conjunta persigan un fin y con esto pueda dejar las bases sentadas para una tan anhelada cohesión social.

Por otro lado, el desprestigio de la clase política fue acentuándose cada vez más debido a los deliberados casos de corrupción, que ellos justifican por lo oneroso que resulta ser político en el país, por lo tanto, se “tientan” para ir por caminos que los llevan a una escalada de fenómenos que terminan por corromper a otros.

No tan solo se corrompen los políticos, también las grandes corporaciones, las cuales han participado sistemáticamente en casos de colusión, elusión y evasión tributaria, financiamiento de la política, entre otros más, que han cansado a las personas que están en la vereda de los que se ven afectados directamente con todas estas malas prácticas que hicieron enojar a las personas.

Este estallido social también deja evidencia de la urgente necesidad de repensar una descentralización efectiva en el país, reconociendo que las localidades se pueden pensar a sí mismas, está llamado a generar instrumentos que puedan establecer mecanismos que puedan dar paso crear instancias para tomar de decisiones que incluyan la participación ciudadana de manera permanente, para garantizar la conformidad de las mayorías pasando de una democracia representativa como hoy tenemos a una participativa, haciendo también responsable a los ciudadanos del progreso de sus espacios territoriales

Después de haber analizado el origen de las causas que han llevado a este estallido social, político y económico que afecta al país, es importante repensar una cultura basada en el ser, que reconozca la complejidad planteada por Edgar Moran, donde los fenómenos que ocurren en la sociedad tienen múltiples factores que influyen, por lo tanto, para resolverlos es necesario establecer políticas públicas integrales que garanticen un verdadero bienestar para las personas.

El crecimiento económico debe ir acompañado de desarrollo sustentable, pues este último término considera aspectos mucho más complejos que requieren un mayor bienestar en la población, reconociendo que para analizar los fenómenos sociales, es preciso analizar las temáticas bajo el prisma de un mínimo de tres factores, el económico, el social y el medioambiental, sin dejar de lado que las instituciones públicas tienen un rol que no deben soslayar a la hora de enfrentar los acontecimientos que ocurren en el país, esta último, deja evidencia del rol que debe asumir el Estado para fortalecer y mejorar sus métodos de fiscalización, pero siempre teniendo en cuenta que la ciudadanía necesita tener un mayor protagonismo, porque Chile despertó y promete no dormirse nunca más.

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