Es una barrera que nadie ha podido sortear desde el retorno a la democracia; y es que ser reelecto como alcalde de La Unión parece ser un karma invencible.

Si bien algunos se han “repetido el plato” en el liderato comunal, esto no ha sido de manera continua a través de reelección. Mientras la mayoría piensa que esta alternancia es positiva, otros creen que cuatro años son insuficientes para desarrollar un programa administrativo eficiente que deje huella en la ciudadanía. Aunque claramente, un líder proactivo, en cuatro años puede hacer mucho; ejemplos hay varios. 

Pero lo más probable, es que este fenómeno político no sea sólo producto del azar, sino más bien de un sinnúmero de factores de influencia electoral.

Uno de esos elementos, sin duda, es la ausencia permanente de compromiso programático por parte de los candidatos y posteriores alcaldes. Mientras la ciudadanía requiere que se aborden temáticas de alto impacto en el desarrollo social y estructural, las carreras al sillón municipal generalmente son silentes y carentes de contenido, debate y proyección, ello claramente a propósito: “hay que proteger al candidato”, “hay que blindar al alcalde”.

Esto es lamentable, porque cuando debería existir completa claridad de los destinos de la comuna, lo que hay es improvisación y dependencia de los equipos técnicos municipales, que trabajan la mayoría de las veces a un ritmo independiente, unos con más éxito que otros. 

Otra área de influencia en este tema, podría ser la construcción de equipos de confianza. Este es un flanco débil que ha atravesado a la mayoría de las alcaldías de La Unión, teniendo como principal consecuencia un distanciamiento de la figura del alcalde o alcaldesa con la ciudadanía.

Otra pregunta que surge es, ¿quién nos ha ofrecido un proyecto de comuna? ¿quién ha pensado La Unión a 30 o 50 años?. Parece que nadie. En pleno 2019, el recuerdo de ciudad industrial emerge casi por costumbre cuando hablamos de progreso local, desconociendo que la vocación productiva, económica y social ha dado giros irreversibles en la última década. Es más, el desinterés es tal que se ha discutido por años la implementación de un nuevo plan regulador, sin que hasta hoy se conozca una propuesta concisa en la materia. 

Claramente, La Unión tiene una «personalidad” bastante especial, al ser poseedora de una cultura política territorial muy singular. Generalmente los procesos de votación se reducen a elegir al «menos malo» y después de elegirlo viene el desencanto, casi siempre de manera bastante prematura.  

También es relevante analizar el rol de los propios partidos políticos en la construcción de liderazgos potentes. A diferencia de las grandes ciudades, a nivel local los partidos muestran una cara mucho más instrumental en términos electorales, pero poca sustancia programática. 

El escenario actual

A esta especie de costumbre es a la que se enfrentará el alcalde Aldo Pinuer si su intención es la reelección y convertirse en la primera autoridad comunal en superar esta barrera histórica.

A su favor tiene las características que lo llevaron al primer sillón edilicio, su cercanía y sencillez. Claramente, esta cercanía -hasta el momento- parece ser un punto de valoración en la ciudadanía; sin embargo, existe una crítica creciente respecto al manejo que ha tenido en situaciones puntuales como el DAEM, en las que se esperarían acciones mucho más concretas, ya que, lo que todo votante espera de un alcalde es que ejerza autoridad respecto al manejo de los departamentos municipales dependientes y realice cambios cuando sea necesario.

Otro factor, puede ser lo que ofrece la actual administración en materia de proyectos, lo que será transparentado pronto en la cuenta pública del segundo año de gestión. Pero, ¿puede ser un punto de inflexión cuando hablamos de una reelección?, la verdad es que no, y el ejemplo surge de inmediato: pese a la multimillonaria inversión que se gestó en tiempos de la oposición, eso no se tradujo en votos, al menos no en los necesarios para ganar.

Según varias definiciones, el karma se relaciona  al concepto de «causa y efecto». Puede que las causas para el fenómeno político aquí descrito, sean de una profundidad sociológica que no avizoramos, o tal vez sea más simple de lo que pensamos. Pero queda abierta la discusión, ¿será alguien capaz algún día de identificar el elemento trascendente y «torcerle la mano al destino»?.