spot_img
viernes, 29 marzo, 2024

Columna de opinión de Matías Valenzuela: ¿Si se puede?

Por Matías Valenzuela

Si Chile fuera España, el PSOE el Partido Socialista y Podemos el Frente Amplio, ¿habría sido posible –con el nivel de debate, reflexiones y voluntades actuales– lo sucedido con la moción de censura y los preacuerdos de Presupuestos Generales del Estado?

Es cierto, es complejo establecer paralelismos en política, pero también resulta fructífero y necesario.

La transición española, con sus luces y sombras al igual que la chilena, actuó tímidamente frente a quienes fueron cómplices de la dictadura. Estos sectores articulados en torno al Partido Popular llegaron dos veces a la Jefatura de Gobierno en las últimas dos décadas. Recientemente, el Parlamento español votó a favor de la remoción de los restos del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos, en un acto de justicia histórica tardía. Los silencios de la democracia española en materia de derechos humanos fueron y son tan horrorosos como los de la chilena.

Los sucesivos Gobiernos del PSOE encabezados por Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero fueron recurrentemente acusados de “traición” por los sectores más movilizados de la sociedad española. El 2011 aplicando los planes de ajustes que se imponían desde la Unión Europea, fueron parte activa del creciente proceso de desmantelación del Estado de Bienestar y erosionaron las bases de la soberanía nacional al punto de modificar la Constitución Española por las presiones de la troika.

La evolución del PSOE y el impacto del surgimiento de Podemos fueron logrando validar posiciones que dejaron atrás el legado de los sectores más conservadores del mismo. Algo similar sucede en nuestro país: el Partido Socialista que encabeza Álvaro Elizalde no es la colectividad donde las decisiones terminaban por tomarlas Ricardo Lagos, José Antonio Viera–Gallo o Camilo Escalona. Tanto la crisis del capitalismo de 2008, como el impacto del ciclo de movilizaciones sociales de 2011 y la emergencia del Frente Amplio, generan una cartografía distinta: sectores internos como Izquierda Socialista, Alternativa Socialista y cercanos a la diputada Maya Fernández, sólo para ejemplificar, son expresión de ello.

Podemos se levanta en 2015 e irrumpen en la elección del Parlamento Europeo. Luego, disputan alcaldías donde creían era posible ganar o lograr acuerdos de Gobiernos Locales que desplazaran al Partido Popular, “tendiendo la mano” al PSOE y obligándolos a tomar posiciones que, sin ser ajenas al ADN socialdemócrata, habían sido olvidadas con el paso del tiempo detrás de las tesis de la tercera vía. En las elecciones generales logran ser la tercera fuerza política, en unidad con diversos sectores, particularmente con la Izquierda Unida, logrando “Unidos Podemos” 71 diputados.

El resultado de la segunda elección en 2016 es la conformación de gobierno en favor del Partido Popular, con los votos de Ciudadanos y el Partido Nacionalista Vasco.

Por meses el sector de Pablo Iglesias e Iñigo Errejon discutieron la posibilidad de acuerdos con el PSOE para desplazar al Partido Popular. La organización estuvo cruzada por un alto nivel de conflictividad que termino por sacar a Iñigo de la primera línea de conducción. Unos meses después se produce la destitución del Jefe de Gobierno, que fue posible luego de un fallo del Tribunal Supremo de Justicia en España, que acreditó que el PP había cometido insistentemente actos de corrupción, momento en el cual PSOE decidió sumar sus votos para la moción de censura.

Hace unos días estuvo Errejon en el Festival “¡A toda Marcha!”, organizado por Revolución Democrática. En su elocuente discurso destaca particularmente la táctica de “guerra de posiciones”, que ha terminado por ser hegemónica en el debate interno de la nueva fuerza política española. El principio de influencia política, con paso corto y mirada larga, les ha permitido poner una barrera de contención en la península ibérica a los avances del fascismo europeo. Ello nos entrega importantes lecciones.

Parece tarea ineludible en el Frente Amplio el empujar un revolucionario realismo en sus filas, donde la apertura a posibles acuerdos renueve la confianza sobre la política en la vida cotidiana de la ciudadanía, y que sea entendida como un antídoto contra los avances antidemocráticos. También es tarea urgente e ineludible de los partidos de la izquierda y el progresismo tradicional abrirse a cambios profundos, abandonar el conformismo y la desidia por alternativas. De la mano de una profunda autocrítica, ello implica revertir los pasos mal dados.

Podemos y el PSOE han dado ejemplos y tareas para todos y todas, los mismos que, con los claros matices históricos nacionales, debiéramos asumir.

Más columnas