Por Cristian Omar Valerio
Sociólogo

Definir aquello que rodea el flujo de nuestras vidas no puede ser solamente una referencia a un entorno inmóvil o atemporal. El medio ambiente no es una especie de “escenario” para configurar nuestros afanes individuales o sociales ¿Qué es, entonces? Pues, es el indispensable sustrato material e inmaterial que hace posible cualquier desarrollo implicado en nuestra existencia humana. Es aquella “corporalidad viva” que nos entrega las posibilidades para que podamos existir, de la manera en que lo hacemos. Desde las más concretas, como son las referidas al cultivo de nuestros alimentos. Pasando por aquellas relacionadas con la configuración de nuestras interacciones sociales. Finalizando con las posibilidades para desarrollar lo más abstracto de nuestras existencias, como es la emergencia de nuestras expresiones culturales.

El medio ambiente hace posible que podamos alimentarnos, qué duda cabe. La tierra y el agua son elementos no inventados por el hombre, son parte de esta “corporalidad viva” en la cual cultivamos la base de lo que mantiene en funcionamiento nuestros propios cuerpos. Es algo tan obvio que, en la actualidad, su importancia suele quedar invisibilizada. Obviedad que suele darse a aquello que sentimos con derecho de ser usufructuado sin necesidad de mayores retribuciones. De alguna manera, podríamos decir que es una especie de inmadurez ambiental. Consideremos a los niños pequeños. Ellos sienten que deben ser satisfechos en todas sus necesidades, sin considerar que sea necesario satisfacer alguna de aquellos que le rodean. Llegamos, inevitablemente, al punto del escaso desarrollo de la conciencia respecto al valor de retribuir lo que el entorno, de cualquier tipo, nos entrega o posibilita.

Las relaciones sociales son interacciones entre nuestras subjetividades. Es el conjunto formado por la racionalidad y emocionalidad de un individuo vinculándose con el de otro. Este vínculo intersubjetivo no se configura en la nada, por el contrario, tiene un claro sustrato material que trasciende cualquier construcción humana. El medio ambiente está bajo el cemento y sobre él. Más allá de esta nueva obviedad, es importante considerar que cuando pensamos y sentimos en relación con un otro, elaboramos proyecciones que se refieren a diversos niveles existenciales. Esto implica una trascendencia de nuestra corporalidad, lo que necesita un contexto de similar calidad inmanente; un “ambiente familiar”, un “clima organizacional”, etc. Además, cualquiera de estas circunstancias no tangibles son parte de una contextualización superior: el planeta Tierra, el medio ambiente.

Las expresiones culturales, como la lengua, las costumbres, tradiciones, etc., si bien son construcciones humanas, no se contraponen al medio ambiente ni son externas a él. Por el contrario, es nuestro entorno el que entrega las raíces para la configuración de nuestra culturalidad. El difrasismo presente en la lengua mesoamericana náhuatl nos puede dar un pequeño ejemplo de esto. Para dar a entender el concepto de intangibilidad se emplean dos nociones tomadas del medio ambiente: noche y viento (Yohualli ehecatl). Es así que, tanto aquél aborigen en trance vinculatorio con sus ancestros desde una roca elevada en alguna alejada montaña, como lo que vestimos o hablamos en la actualidad, refieren a una forma y niveles específicos de relación o interdependencia con el medio ambiente.

Necesariamente debemos sacar conclusiones de lo revisado. La reciprocidad es un concepto pertinente en este punto. La necesidad de generar conciencia sobre la retribución a aquello que tanto nos entrega. Es indispensable romper la apatía respecto a aquello que nos sostiene material e inmaterialmente. Es innegable que a medida que crecen las urbes, aumenta la lejanía de sus habitantes con el medio ambiente. La “selva de cemento” se ha transformado en una barrera que dificulta o impide una vinculación profunda. Esto se debe a la escasa o nula comprensión de que el medio ambiente no sólo es lo “natural”, sino que, también lo es dicha “selva”, en tanto contexto menor de aquél supremo refugio de nuestros desarrollos existenciales. Tras cada trozo de cemento está el medio ambiente, por tanto, no podemos negar la dependencia existente.