Por Camilo Gómez
Columnista de noticiaslosrios.cl

Foto: Luis Alberto Asenjo

Para quienes conocemos la historia de La Unión, la batalla que está librando COLUN contra las empresas lecheras multinacionales tiene un color parecido a lo ocurrido hace un par de décadas con la gran industria que prosperaba en esta ciudad.

Este recuerdo es una suerte de estrés post-traumático, pues, sabemos lo mucho que cambió la vida y las proyecciones de nuestros vecinos con lo que pasó aquella vez y cómo grandes símbolos de la época dorada fueron cayendo en el olvido, como ese letrero oxidado dispuesto en el Cruce Los Tambores que rezaba “Bienvenidos a La Unión, capital industrial del sur de Chile”. Cuando apenas aprendía leer, pude recitar esas palabras, que ahora no son más que un recuerdo difuso de mi niñez más temprana.

Así, la industria local ha tenido que enfrentar los retos que significa la globalización y que muchas veces ha sido una batalla perdida para los locales. El escenario se repitió una y otra vez, primero Linos La Unión no pudo competir contra la industria textil sintética y a gran escala; o Iansa, en franco retroceso al resultar más caro el azúcar de remolacha respecto a la caña de azúcar que venía de Centroamérica. Así, la apertura al mundo de nuestro país tuvo las ventajas de la tecnología, mayor acceso a productos y nuevos servicios, pero ciudades como la nuestra pagaron los costos que se tradujeron en estancamiento demográfico y desempleo.

Esto llevó a una adaptación de los modelos productivos locales pasando de la agricultura de la remolacha, a la ganadera y forestal, también se desarrolló la producción de berries para aprovechar las ventajas de la exportación hacia consumidores lejanos. Sin embargo, no resulta convincente aún este modelo, si lo comparamos con las expectativas industriales que tenía la comuna hace un par de décadas. Idea que aún pena entre quienes vivieron esta época.

Un caso especial es la industria de la Leche, que, a diferencia de los ejemplos antes señalados supo abrirse camino a nivel nacional, con una producción potente, llamativa y con un sello que hace que la marca COLUN sea reconocida en cualquier parte.

Sin embargo, hoy la cooperativa se juega la vida en una batalla contra pesos pesados internacionales, Nestlé (Suiza) y Soprole (Holanda), marcas que compiten con la cooperativa por el mercado nacional, y no solo desde los consumidores, sino también en lo jurídico y legislativo, en que las multinacionales atacan a COLUN por las diferencias tributarias que significa para esta ser una cooperativa, lo que a juicio de estas empresas representa competencia desleal, mientras que por otro lado, la empresa de la Magia del Sur, dispara contra las lecheras europeas respecto a la calidad de los productos, por ser leche reconstituida la que ellos usan en su industria, es decir, leche en polvo con agua.

Más allá del debate que significa esto y que requiere una profundización de la llamada Guerra de la Leche, lo importante aquí es el mensaje hacia los productores locales a la hora de confiar, organizarse y competir en igualdad de condiciones frente a las empresas extranjeras. Sabemos que los pequeños y medianos productores no cuentan por sí solos con las herramientas para disputar los mercados nacionales y a veces los internacionales se ven inalcanzables. No obstante, la asociatividad y el trabajo cooperativo, como el que ha propuesto COLUN, ha demostrado buenos resultados, al ser la empresa local que ha sobrevivido a este colapso industrial, más allá de las críticas que puedan razonablemente hacerse a su gestión, lo indudable es que ha sabido sobrevivir el embate de la competencia mercantil.

Estas batallas comerciales se están dando en todo el mundo, en Argentina, la discusión en torno a la industria lechera y agrícola está en un paralelo a la situación chilena y sabemos que hay perdedores de la globalización aun en los países más desarrollados, basta ver el caso de Detroit, en Estados Unidos que pasó de un ícono de la ciudad industrial a una ciudad postergada, por decirlo suavemente.

Finalmente puede que La Unión no vuelva a ser la capital industrial del sur de Chile, ni siquiera que este sector económico vuelva a ser el norte de nuestra zona, pero sí es importante que como ciudadanos aprendamos de los errores del pasado, en miras a construir modelos productivos sustentables y competitivos, la globalización no va a retroceder y la economía mundial tiende a complejizarse y nos dejará obsoletos en la medida que nuestros productores, ganaderos, forestales, agrícolas, turísticos, científicos o de cualquier área que se esté explorando o explotando no incorporen nuevas técnicas y tecnologías, investigación, cooperación y se vinculen con la sociedad, pues son los mismos ciudadanos de una comunidad quienes pueden hacer cambios reales si se comprende el valor de lo que se produce en su territorio y las empresas se vinculan con sus vecinos de una forma respetuosa, sustentable y con visión de futuro.