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viernes, 29 marzo, 2024

Los niños primero: Algunos riesgos de las buenas intenciones

Por Camilo Gómez
Columnista noticiaslosrios.cl

Los derechos de la infancia evocan siempre un aura de ternura, de interés por proteger a los niños de las amenazas inminentes y darles el lugar que merecen como el “futuro del país” que representan. En torno a ellos se enarbolan los discursos más variados y se aúnan los esfuerzos de grupos tan improbables e incompatibles en otros aspectos, pero que en este caso, ya sea por la necesaria tarea de mejorar la protección de la infancia o por lo fácil que es sacar provecho político de estos temas, deciden trabajar juntos.

Así, hemos visto estos días que la llamada Comisión Infancia convocada por La Moneda ha permitido que representantes de varios movimientos políticos, organizaciones y académicos discutan sobre cómo abordar y cuáles serían medidas efectivas para tan ansiado deseo de la protección de los menores de Chile.

De esta forma, dicha comisión ha presentado 94 propuestas (elevadas a 107 en la cuenta pública presidencial) sobre el tema basándose en 3 ejes y sin embargo –beneficio de la duda aparte– la discusión sobre infancia sigue cayendo en los lugares comunes que hacen ineficaces las políticas públicas de nuestro país, de la cual se desprenden riesgos que ponen en peligro una respuesta satisfactoria al tema de la infancia.

En primer lugar, las buenas intenciones como un riesgo. Los ejes presentados son de carácter tan amplio que fácilmente pueden ser un mero saludo a la bandera, pues decir que se persigue la “protección a niños, niñas y adolescentes en riesgo de vulneración de derechos” suena bien, pero sabemos que el SENAME fue creado precisamente para eso y sabemos también cómo se ha desarrollado la historia: precariedad, abusos sexuales e incluso muertes.

Luego, nos encontramos con una lógica cortoplacista a la hora de gestar políticas públicas. Estas, suelen estar pensadas en base a la contingencia, es decir, pasa algo, se siembra una respuesta y con ella se busca cosechar mejores números ya sea en las encuestas o en las elecciones. De aquí se desprende que una de las cosas que le falta a nuestro país son políticas de Estado que determinen de manera más genuina lo que como ciudadanos esperamos cuando proyectamos el desarrollo del país.

Un tercer riesgo es el escaso interés que existe en atacar las bases del problema. El SENAME es una institución que trabaja con los niños y jóvenes más vulnerables de nuestro país y lejos de ser una esperanza para que ellos se eduquen y puedan tener herramientas para desenvolverse sanamente en nuestra sociedad, se convirtió lisa y llanamente en un baldío en que los niños eran puestos para sacarlos del paisaje del mundo exterior, para luego dejarlos a su suerte al cumplir la mayoría de edad. Sabemos que las situaciones de vulnerabilidad, el abandono y violencia en buena parte están relacionados a la precariedad familiar, al escaso acceso a educación, salud, salarios dignos, sin contar con el casi nulo acceso a capital social y cultural, siendo nuestro país uno de los peores países para hablar de movilidad social o equidad (en todos los aspectos). Recordemos que cuando se habla de “reinserción social” muchas veces se obvia que algunas personas nunca han estado insertas en nuestra sociedad.

Asimismo, es también un riesgo –y tal vez el más importante– el camuflar la intención de ayudar a los niños con el interés de discutir cuestiones morales. En otras palabras, el caballito de batalla de la infancia puede pasar rápidamente a un caballo de Troya en el que los diferentes actores traten de infiltrar un discurso dogmático sobre sus respectivas agendas morales y eso parece inevitable cuando hablamos de procesos políticos.

Esto último, por ejemplo, se dará respecto a la discusión de la adopción, que nos llevará al tema de la adopción de parejas del mismo sexo. En este punto se hablará del rol de la madre y el padre, es decir, discusiones sobre género, el concepto de familia, qué pasará con las familias monoparentales, e incluso, una conversación sobre el valor de lo humano, es decir, si existen personas más valiosas o mejores que otras y cuáles serán los criterios para establecer estas características. En sí, una bola de nieve que, de no tratarse de manera respetuosa y madura, puede convertirse en un desastre que deje en último lugar a los niños que se busca proteger para centrarse en la dogmática moral.

Por todo lo anterior no es sorprendente que en la foto salgan políticos de todos los bandos, en miras a sacar beneficios políticos de esta necesidad nacional. Ahora, en cierta medida, si esto sirve como motor para lograr los tan esperados consensos en torno a la infancia, sea. No obstante, que el trabajo pudiera quedarse en la construcción de un discurso fácil de vender como tantas veces ha pasado, genera un escepticismo razonable que no se cura con palabras, sino con hechos. Esperemos que el interés superior de los niños sea realmente el fin de este viaje y no un aprovechamiento o abuso más en el largo historial que los persigue hasta hoy.

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