Por Camilo Gómez
Presidente de Fundación Menoko

Cuando hablamos del 12 de octubre de 1492 y la llegada de don Cristóbal a las costas de lo que más tarde llamaríamos América surgen visiones contrapuestas, que hablan de genocidios y saqueos, de gloria y civilización.

Lo cierto es que en la historia todos los bandos toman una perspectiva, más o menos sesgada según lo que se trate de probar: los españoles por un lado celebran la hispanidad, la nostalgia del imperio español en el que el sol no se ponía, donde las rutas comerciales y la influencia de su armada eran la ley y la verdad. Eso, muy lejos de lo que significa una España contemporánea azotada por el desempleo, la desobediencia civil y la falta de salidas para sostener su crisis económica que es una maldición y una vergüenza cuando se mira al pasado de sus reyes y comerciantes.

Por otro lado, del otro lado del Atlántico los que descendemos del mestizaje nos hallamos con un discurso en el que no hay nada que celebrar: América no fue descubierta, sino arrasada y saqueada, evangelizada a la fuerza por una cultura que no sabía más que imponer su verdad por la espada, las palabras de Eduardo Galeano se desempolvan cada día de la raza para mostrarnos que antes de Colón en esta tierra ancestral se vivía en paz. Un mundo donde los astrónomos Mayas nos hablaban del universo y los Incas de su imperio de caminos y maíz, donde los Mapuche, la gente de la tierra vivía en absoluta armonía con su entorno, disfrutando de un idilio en que todos compartían sin temores, donde el rencor y la violencia no existían hasta que los hombres de caballo y armadura lo acuñaron en nuestras tierras.

Si observamos estos discursos, veremos que la realidad no es tan simple y que ambos tienen algo de verdad y algo de mito. Los españoles trajeron su idioma y sus leyes, trajeron el cólera y la viruela. Se llevaron el oro, esclavos y sífilis. Se impusieron como conquistadores y los conquistados aprendieron y se defendieron, se masacraron mutuamente y enfermaron de desconocidas pestes para ambos mundos.

Antes de Colón habían Aztecas que azotaban en sus guerras floridas a pueblos más pequeños, los Huilliches batallaron con los Cuncos acá entres los Ríos de nuestra región, hubo sacrificios de niños y personas para aplacar a los pillanes, o pedir que Chaac trajera la lluvia, hubo violencia antes y después de Colon, hubo una colonización violenta, que también nos dejó el caballo, las letras y el vino.

En definitiva, los discursos están sobre la mesa, sabido es que los conquistadores españoles saquearon y mataron, imponiendo su cultura con su fuerza letal donde antes lo hacían los imperios precolombinos con la misma violencia; idéntica voracidad con la que hoy corporaciones diezman el amazonas y las cordilleras drenando los recursos, a eso podríamos llamar el eterno deja vú de la conquista.