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jueves, 28 marzo, 2024

Columna de opinión: ¿Quién vigila a los vigilantes?

Por Camilo Gómez
#LaNavajaDeGómez

Durante estas semanas hemos asistido al penoso espectáculo del decaimiento de los últimos bastiones de la confianza que la ciudadanía ha depositado en las instituciones públicas. Por un lado, Carabineros, avergonzado como institución de lo que parecía en principio un hecho de corrupción menor, en participantes y montos pero que ahora llega a más de 20 mil millones de pesos y tiene a más de sesenta oficiales involucrados. Por otro, el Servicio de Impuestos Internos, institución respetada y temida en partes iguales por los ciudadanos que veían en esta, una magistratura impecable, que perseguía sin distinción a quienes incumplían sus deberes tributarios.

Hoy, esa confianza se esfuma como consecuencia de la corrupción -impensada hace poco– en carabineros y de la falta de probidad en el caso del SII, este último, que al tomar cuenta de una grave situación asociada al tráfico de influencias, pagos en negro y financiamiento irregular a campañas políticas, decide dejar todo en manos de sanciones administrativas y no la persecución penal que todo el mundo espera para este tipo de “malas prácticas” como les gusta llamar a algunos a lo que derechamente son delitos, como ya hemos explicado hasta el hartazgo en nuestras intervenciones editoriales.

La verdad es incómoda, pero debemos asumir la responsabilidad que tenemos como ciudadanos de que estas malas prácticas se sigan recreando y peor aún, se naturalicen, es decir, asumimos que la corrupción es tan natural a la política, como las lesiones lo son a un deportista. Y no, no es así.

Alberto Moravia decía que “curiosamente los votantes no se sienten responsables de los fracasos de los gobiernos que han votado”.

La madurez política de una nación, radica en hacerse cargo de este último punto. Sabemos que hay corrupción y de donde emana y la forma de acabar con esta piratería de lo político solo se puede hacer de dos formas: eliminando a los piratas o reduciéndoles el botín.

Sabemos que es difícil resolver este problema, pero las formas de tomar las riendas del asunto tiene matices claros, hay que crear nuestros propios modelos desde la sociedad civil para lograr los fines que nos proponemos para el desarrollo de nuestras comunidades, organizaciones sociales, deportivas, culturales que tomen forma de la ciudad y el país que queremos, haciéndonos cargo de los políticos que elegimos para representar nuestros intereses y aprender de nuestros errores que no serán pocos pero que nos obligan a re pensar nuestras elecciones.

Pero el factor más importante, para superar esta niebla de lo corrupto es bastante simple, cómo yo evito la corrupción en lo cotidiano, cómo hacemos para que en esferas de poder más inmediatas, como nuestros trabajos o nuestro diario vivir se evite la trampa: el que adultera las pesas en un negocio, o el que da mal un vuelto a propósito, el que se salta la fila en el banco o el que pide beneficios sociales que no le corresponden falseando informes o mintiendo en sus declaraciones.

Sabemos que puede parecer poco, pero la cultura de la trampa es nuestra principal ancla al subdesarrollo, porque si alguna de esas personas antes descritas alcanza un puesto de poder, qué nos hace pensar que no recibirá financiamiento ilícito, o boletas falsas, o será un oficial de carabineros que robe descaradamente dineros de la institución.

La pregunta fundamental aquí es un cliché que ronda por las redes sociales pero que no deja de ser verdad: no será que en vez de buscar dejar un mejor mundo para nuestros hijos, sea más importante dejarle mejores hijos al mundo? Y eso depende principalmente del ejemplo que damos nosotros.

Esto en caso alguno exculpa a las instituciones y los autores de los delitos que mencionamos al principio de esta columna son y deben ser castigados, pero también debemos hacer el llamado al ciudadano, a hacerse cargo de su propio ámbito de acción, cuándo nos preguntamos ¿quién vigila a los vigilantes?, sabemos que en última instancia somos nosotros y por ello es importante cómo nos juzgamos a nosotros mismos.

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