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viernes, 29 marzo, 2024

Columna de opinión: Ciudadanía activa

Por Egon Montecinos Montecinos
Académico, ex-intendente Región de Los Ríos

Nuestra democracia enfrenta una creciente desafección ciudadana por lo público y lo político, con un consiguiente escaso involucramiento de los ciudadanos en aspectos colectivos. Es así que escuchamos habitualmente discursos más promotores de los derechos que las responsabilidades o virtudes cívicas.

La ciudadanía concentrada en derechos tiene larga data, su principal exponente es T. H. Marshall en “Citizenship and Social Class”, escrito en 1949. En opinión de Marshall, la ciudadanía consiste esencialmente en asegurar que cada cual sea tratado como un miembro pleno de una sociedad de iguales.

La manera de asegurar este tipo de pertenencia consiste en otorgar a los individuos un número creciente de derechos. A esta concepción suele denominársela ciudadanía «pasiva” o “privada”, dado su énfasis en los derechos y en la ausencia de toda obligación “moral o legal” de participar en la vida pública. ¿Es suficiente esta dimensión de la ciudadanía para enfrentar la complejidad del mundo actual?. Claramente no es suficiente.

Se hace necesario revisar la definición de ciudadanía generalmente aceptada con el fin de incorporar el creciente pluralismo social y cultural de las sociedades modernas. Existe una fuerte necesidad de complementar la aceptación pasiva de los derechos de la ciudadanía con el ejercicio activo de las responsabilidades y virtudes ciudadanas y por sobre todo con el involucramiento de los ciudadanos en los asuntos concernientes al espacio público.

En palabras de Oldfield, la vida pública, social o comunitaria es superior a las satisfacciones puramente privadas que puedan proporcionar la familia, o la profesión. Este enfoque señala que el mercado no es suficiente para enseñar esas virtudes. Según Walzer, “la civilidad que hace posible la política democrática sólo se puede aprender en las redes asociativas” de la sociedad civil. Este enfoque parte del supuesto que la estabilidad de una democracia moderna no depende solamente de la justicia o de la garantía de “los derechos” por parte del Estado, sino también de las cualidades y actitudes de sus ciudadanos frente a las políticas públicas.

La ciudadanía activa no es simplemente un status legal definido por un conjunto de derechos y responsabilidades. Es también una identidad, -la expresión de la pertenencia a una comunidad política.

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