Por Camilo Gómez
Columnista Noticias Los Ríos

Mucho se ha debatido estos días sobre le terrorífica escena que se muestra en la zona central de nuestro país donde más de cuarenta incendios diezman los campos, casas y ganado de miles de compatriotas y las críticas sobre el manejo de estos conflictos no se hacen esperar.

La versión facilista en estos casos siempre será culpar al gobierno, que no dispone los recursos, no se apersona en el lugar de los hechos – como si al pasar de los ministros las llamas fueran a ceder – o que no tenemos la tecnología suficiente y el bendito avión que recoge miles de litros de agua y miles de likes en Facebook.

El problema es que se está descuidando un elemento sustancial y relevante de la discusión, y es enfrentar las causas de los incendios. Primeramente, advertir que el cambio climático es real, que la temperatura en el último siglo ha subido dos grados y eso, aunque pueda parecer poco no lo es, es el elemento central de una sequía que facilita los incendios, y si a alguien le quedan dudas sobre la veracidad del fenómeno, lo invito a encender su TV en cualquier noticiario, todos están hablando de lo mismo.

El segundo elemento, es la política forestal irresponsable que se está llevando en nuestro país hace ya varias décadas. El decreto 701 del año 1974 que buscaba el “Fomento Forestal” es un estímulo a esta industria tan interesante, que desde su implementación – que establece subsidios, bonificaciones y seguros para las plantaciones forestales – gran parte de los terrenos ocupados otrora por la agricultura y la ganadería, han sido reemplazados por el llamado “monocultivo” es decir que se planta un solo tipo de árbol, en este caso: Pino y Eucaliptus.

El problema con estas especies es el consumo de agua que poseen, en el caso del eucaliptus es nada menos que de 40 litros diarios, eso, si lo multiplicamos por los miles de ejemplares que crecen en nuestros campos tienen como consecuencia el árido panorama de los sectores de rurales de toda la zona forestal de nuestro país que es prácticamente toda la zona centro sur de Chile.

Evidentemente la Región de Los Ríos y La Unión no escapan a estas circunstancias, si nos aventuramos por todos los caminos rurales hacia la costa encontraremos que en gran medida el paisaje ha sido dominado por los monocultivos. Y lo alarmante es que no se toman las medidas de seguridad mínimas para poder mantener una industria forestal sustentable.

Producto de lo anterior, nos encontramos frente a dos grupos de monocultivadores en nuestro país y en ambos casos la consecuencia de emprender el viaje sin retorno de plantar eucaliptus tiene distintas consecuencias. El primero son las grandes empresas forestales, quienes compran grandes extensiones de terreno y plantan a destajo, teniendo los beneficios económicos de la norma antes citada y en caso de un incendio forestal – para cuya prevención invierten una cantidad de dinero bastante cercana a cero – tienen la posibilidad de cobrar los seguros que tengan comprometidos y con ello mantener la estabilidad del negocio. El segundo grupo, es el de los pequeños terratenientes, aquellos que teniendo unas pocas hectáreas de terreno, muchas veces rodeadas de estos monocultivos de las grandes forestales, al darse cuenta que por el consumo de agua de estas plantaciones se ven imposibilitados de trabajar en la agricultura, deciden plantar igualmente estos árboles, con la diferencia de que en caso de incendio, ellos no tendrán la salvaguarda de los seguros, y tampoco podrán volver a ocupar sus campos en otra cosa porque la desertificación en estas grandes extensiones de terreno salta a la vista, es cosa de ver el deprimente espectáculo que queda luego de la “cosecha” de estas grandes plantaciones.

Entonces, si tenemos por un lado el calentamiento global generando una atmósfera seca (cuestión que hasta ahora parece inevitable) y por otro una cultura forestal irresponsable, que desertifica, en la práctica el desastre es inevitable. Tenemos cerros enteros cubiertos de fósforos y nadie parece tener el coraje para enfrentar las verdaderas causas o ver la inminente chispa, seguimos esperando que llegue el famoso avión que recoge seis mil litros de agua y nos olvidamos que, gracias a nuestra torpe forma de administrar los recursos naturales, en un par de años no habrá agua que pueda recoger.

Finalmente, a la luz de lo expuesto no hace falta ser oráculo, ni tener la dotes de estos famosos adivinos de terremotos para saber que seremos los siguientes, los incendios comenzarán a arrebatarnos nuestros campos, nuestros pueblos y nuestros esfuerzos acá en el sur, donde estas cosas no pasaban, y será inevitable en la medida que no se tomen las decisiones correctas, mientras no se tenga el valor de mirar hacia las causas y hacer algo al respecto.