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martes, abril 23, 2024

Proceso Constituyente y Diálogo Ciudadano: La Necesidad de Hacerse Escuchar

[su_dropcap style=»simple» size=»5″]E[/su_dropcap]l fin de semana recién pasado se desarrolló el cabildo provincial en nuestra comuna, pudiendo ser testigo del mismo y de todos los procesos implícitos en ésta “vía constituyente” ofrecida por el oficialismo.

Ni siquiera ofrecida la palabra en función del debate y en medio de las presentaciones, ya las personas tomaban en serio la pregunta acerca de ¿qué lo motiva a participar de esta iniciativa? Y las respuestas iban todas entorno a la necesidad de hacerse escuchar, a que el país actual no recoge las inquietudes de la gente como motor de las políticas públicas; donde todos se designan como intérpretes de la voluntad de las personas; representantes objetivos de la realidad de quienes viven con acceso limitado a salud, educación y vivienda; y por supuesto, a merced de las manoseadas e insuficientes jubilaciones.

Sin duda, cuando estos sujetos hablan de lo que la “inmensa mayoría desea” no interpretan más que sus propias pretensiones disfrazándolas de un apoyo invisible y muchas veces inexistente, por lo que las personas participantes del cabildo provincial sentían, muchos por primera vez, que su voz se hacía escuchar y tenía eco en sus pares y de cara a los gobernantes.

Por lo mismo, la jornada se desarrolló en un tenor agridulce. Enterarse en el momento, que el proceso no era vinculante – es decir, que el Estado, no se encuentra obligado a tomar en consideración lo que se diga en éstas reuniones – era frustrante de forma inmediata, la gente quería que lo que se diga ahí no solo sea escuchado, sino que tenga una repercusión real sobre el futuro del país y su carta fundamental.

A pesar de esto, se siguió adelante con el debate, surgiendo puntos de encuentro a pesar de las diferencias entre los asistentes entre los que había trabajadores agrícolas, estudiantes, profesionales, empresarios y jubilados, quienes veían un vacío tremendo en lo que me atrevo a reducir a una palabra: dignidad.

La sensación de que existe un sistema configurado a propósito para denigrar al ciudadano es reiterativa, salud ineficaz, educación limitada y pensiones que suenan a limosnas. Sin contar con lo que a mi juicio fue un transversal acuerdo: la administración del agua y los recursos naturales.

Conforme avanzaba el debate, en la estructura propuesta por los organizadores, los participantes comenzaron a ofuscarse. La “maqueta” presentada, los tiempos limitados, lo forzado de los conceptos a debatir hacían mella en lo que se suponía una instancia para expresarse libremente, sobre todo cuando las intervenciones de los asistentes tenían mucho de autobiográfico, contaban anécdotas de su vida, que al principio podrían parecer fuera de lugar, pero al contrario, era una catarsis por vidas enteras vividas a merced de las injusticias sociales que encontraba su respaldo en una constitución antojadiza y violenta.

Por ello, al terminar la jornada, recogiendo las conclusiones, la gente se sentía provista de un alegre desánimo, contradictorio por cierto, pero justificado. Por un lado, alegres de poder hacerse oír y haber aprendido conceptos nuevos, aportando con sus convicciones y saberes, mientras por otro, preocupados de que su opinión no sea tomada en cuenta. Por ello intercambiaron teléfonos y correos electrónicos para seguirse reuniendo, estaban maravillados por poder compartir ideas, debatirlas y construir puntos comunes. Comprendiendo que la cultura cívica va más allá de lo que pueda orquestar un gobierno o un partido político y que la política es un acto permanente del que los ciudadanos son dueños. Se reúnan o no, el mero entusiasmo es valioso.

Finalmente, el diagnóstico es claro: se necesitan instancias de participación directa de la gente en la política, reduciendo los intermediarios, los representantes, los voceros. Lo meritorio del proceso constituyente, a pesar de ser solo un ejercicio sin mayores pretensiones, es abrir un espacio de reunión. Es necesario que las personas pierdan el miedo a expresar su opinión, sin mordazas, sin represalias, sin miedo a “equivocarse”. Es alentador saber que poco a poco ese rumbo se retoma, una política del ciudadano, consciente y dispuesto a hacerse escuchar.

Columna: La Navaja de Gómez

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